El Cancer de España.

Tengo una querencia especial por aquellos territorios más maltratados por aquellos que, autodenominandose sus mayores amantes, son sus mayores tiranos. Obviamente son células a extirpar de cualquier tejido sano, so pena de convertirlo en carne podrida cómo podrida llevan la mente. Una metastásis que se extiende en la creencia que son más, mejores y más guapo y que tienen todo el derecho a decidir, cómo, cuando y por qué. En todos los contextos que puedan afectar a la vida de los que, no siendo cómo ellos, tampoco comulguen con su credo de separación, exterminio sistemático de la cultura y por supuesto de todo aquello que no sea lo que ellos digan, sugieran u ordenen. Es el cáncer que pervierte la pertenenceia de la tierra a su Madre y la convierte en algo que nunca existió, en un contexto plenamente inventado y adornado de las más extrañas y exóticas exquisiteces que, por más que mires en los libros de Historia, crónicas o textos nunca, jamás exisiteron. Sólo existen los cánceres, enardecidos por su propia ignominia y la del Estado que les dió cobijo.

La Grandeza de España.

La metastásis que vemos en éstos días en el Congreso tiene diverso pelaje, unos aspiran a trincar más dinero, otros a trincar más voluntades. Tanto unos cómo otros, se enfrentan a un periodo de tiempo en el que la mayoría absoluta de un partido nacional sirve de cortapisa a unas aspiraciones soberanistas que por otro lado no llegarán jamas. La cosa es sencilla, el límite es ese, la independencia de territorios que nunca fueron independientes. de territorios que nunca existieron, de historias que nunca se forjaron más que en las cabezas de unos pocos que, a base de repetirlas cómo un axioma pegadizo, creen haber convertido en certeza cuando lo único que hacen es crear odio dentro y fuera a la tierra que, sin cesar, torturan. Es lo que hacen esos nazionalismos periféricos. Torturar de manera sistemática a la población mientras se acusa a otros de esa misma tortura. Insultar su inteligencia recalcándoles lo necesario que es dejar de ser parte del todo mientras se exige al todo que siga financiando a la parte. Todo un compedio de sinrazones.

Es por ello que últimamente siento más pena aún por aquellos territorios, tan españoles cómo el resto, cuyos ciudadadnos ostentan una ciudadanía, la española, que deberían llevar a gala. Hay siempre elementos discordantes que, por no saber respetar, te insultan, pero también son, cómo los demás españoles. No tan españoles cómo el que siente a ésta gran nación cómo algo por lo que morir, pero españoles al fin y al cabo. Españoles que nacieron en España, siendo sus ciudadanos y que moriran ostentando esa nacionalidad por mucho que se vulgaricen, rebajen y manchen su propio nombre y razón insultando al país en que viven. Dicen que para hablar del alto pedestal donde se erije España hay que ducharse primero. Yo añadiría que con lejia y perlar nuestra boca de las mejores fragancias, pues nuestro país, iluminador de Iberoamérica, contenedor de la furia islámica y sobre todo dador del Idioma de mejor crecimiento y que más interés despierta allá por donde un español hoya con su píe.

Más caña, mas leña y por siempre España.

Por ello me hace mucha gracia cuando esos infraseres que son humanos cómo yo y cómo usted que me lee, se arrogan el derecho a amar más a una tierra que consideran soberana y libre (¿De que?) cuando sólo son territorios adscritos a una Comunidad Autónoma. Territorios que pueden considerarse naciones cómo yo me considero marciano y que no tienen ni tendrán nunca un Estado propio debiendo seguir, y es lo que más creo que les escuece, recibiendo instrucciones de un Congreso al que, por mucha representación que lleven, seguirá estando den Madrid, seguirá siendo el Congreso de España y por supuesto, ostentaran el poder de elegir algo siempre y cuando, que paradoja, sean diputados españoles. Algo que los independentistas, ávidos de más y más no entienden pero que es lo que justifica, mal que nos pese, su existencia, Obtener más prerrogativas, más financiación, más atención, pero sin obtener nunca la independencia de un territorio al que pertenecen por la misma razón que todos los demás españoles.

Son muchos los que callan. Muchos los que temen alzar su voz cómo españoles en unos territorios que ahora, ante la caida de la hidra leninista, ven latir el corazón en masa de unos nazionalistas que enarbolan grandes crecimientos en votos mientras ignoran que los obtenidos por los partidos nacionales, sumados, son cifras inalcanzables aún por ellos mismos. Mientras enaltecen la muerte y la sinrazón, España se crece en un nuevo periodo de orgullo nacional. Es la hora de reivindicar el ser español mientras los anormales, ostentando acta de diputado, celebran su ignomínia cómo representantes de los recortes sociales, la rebaja del sueldo de los funcionarios y el copago sanitario que impondrán para financiar su propio Régimen democrático a imagen de la Républica Democrática Alemana. ¿levantaran tambien un muro alrededor para que nadie escape a la vil España?¿Ametrallaran a los que no comulguen con los parabienes de Arana o Pujol?¿Haran campos de concentración para los proespañoles?¿Limpieza de sangre?¿Ahogaran quizas la resistencia a sangre y fuego de los territorios que no les quieran seguir en su sinrazón?

Pena, penita, pena.

Pena de ver cómo afecta elpaso del tiempo y las soflamas estúpidas los cerebros metastáquicos de una sociedad que se hunde en una utopía que nunca podrán alcanzar mientras la realidad los machaca con desdén. Sólo hay España y los nazionalistas, que se quejan que se les compare con cerdos u otros animales a los que puedan tener adscripción, deben de entenderlo de una vez. Ya que sus paridas, sus subidas de tono, son las que su porpia sociedad les permite mientras otra sociedad, más extensa y a la que, reitero, pertenencen, empieza a estar muy harto de la porquería que, sin cesar, sale por sus bocas. Porquería reiterativa en hechos diferenciales inexistentes, pues si se les corta sangran del mismo modo que cualquier mortal, basados enuna mitología creada por cuatro iluminados que, seguidos por otros cuantos más, condenan al ostracismo y la oscuridad al resto de esa misma sociedad. No es cosa de maldecir a nadie, sino de tenderles una mano, pero siempre con cuidado, no sea que de un tajo, te la corten.

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