martes, 29 de noviembre de 2011

El mejor amigo del Hombre...

Estuve el domingo  con mi mujer en una de esas reuniones de amigas, con los maridos justos, en los que tras un tiempo, no ya prudente, sino sobradamente extenso, tienen que contarse obras y milagros. Esa reunión, de la que iré hablando poco a poco porque tuvo su miga, se desarrolló por unos cauces típicamente amistosos. Alrededor de una gran mesa, con sobredosis de viandas, al lado del fuego y con cientos de vivencias, recuerdos, proyectos y cambios en discusión y contraste. El tema base para dicha reunión fue las Terapias naturales, ya que las amigas de mi mujer a las que íbamos a visitar, estaban imbuidas en uns especie de hermandad de quiromasajistas que cada vez que se reunen dan rienda suelta a su tema. Naturalismo, quiromasaje, pros y contras, complementos, chakras y una completa parafernalia que a los profanos más nos suena a chino, país del cual provienen casi todas esas cosas, que a roman paladino, escuchando mucho, injterviniendo poco y aprendiendo, si cabe, un poquito más en cada una de esas reuniones.

De animales.

No obstante, en éste artículo, no es mi deseo hablar de esos remansos de placer que suponen esas terapias para el cuerpo y alma, sino de lo que, en un momento dado, constituyó el centro de la cuestión conversatoria y que fue la muerte de un can. De un perro que se haya convertido en nuestro compañero y amigo, que haya compartido espacio y dolor con nosotros y que, inevitablemente y por su ciclo vital, llega un momento en que se tiene que ir, dejándonos un enorme vacio y por supuesto un gran dolor que pasa, sí, pero que lo hace siempre que no haya fotos, juguetes o cualquier otra cosa que nos recuerde a él. Es tal la entrega de un perro, o cualquier otra mascota que crea una simbiosis total con su propietario. Una complicidad única en la que el perro pasa a ser ese sostenimiento abstracto que cualquier persona precisa y que no puede obtener de otra persona simple y llanamente porque un perro es algo no racional y esa misma irracionalidad es la que hace que nos basemos en él para ser felices.

Ésto, que puede parecer una contradicción, simplemente no lo es, es la misma esencia del amor entre un perro y su amo. Porque no entiende y nos mira, acompaña y espera simple y llanamente porque somos su referente, aquel ser que le da cariño, lo atiende, da de comer, acaricia, soba, lleva al veterinario y saca a pasear. Al fin y al cabo, un animal se mueve por instintos y son esos instintos los que le llevan a paensar que no sólo no somos una amenaza sino que sómos un objetivo a querer, lamer y amar a su modo. Un animal, que no se nos olvide, no es sino un ser vivo que comparta una responsabilidad y con la que estendemos una serie de puentes basados en la confianza, en la reciprocidad y por supuesto en la compañía, por lo de que el roce hace el cariño y eso, al fin y al cabo, si creo que lo entienden cómo tal. En suma un perro nos da el cariño que no podríamos obtener de nadie más, pues aunque lo insultes, le pegues en un momento dado, regañes o grites, siempre seguirá a nuestro lado.

De personas.

Esa, más o menos, sería lo que la reunión de ayer, en el tema de las mascotas pero, en sí, la conversación hizo hincapie en algo más escabroso si cabe en la relación entre un animal y su amo. Concretamente en la muerte de éste, algo que no me trajo buenos recuerdos, pues ya perdí algún animal y que me sentó cómo un jarro de agua fría. Algunos argumentaban que el animal, si caía enfermo, en el preciso instante de empezar a sufrir, debía de ser sacrificado, sin más. Yo que en alguna ocasión le he dicho a mi mujer que si ella y el perro estuvieran en peligro y tuviera que decidir por quien me la jugaba, enviudaba (te quiero mi amor), reflexioné hasta que punto sería, a título personal, egoista para retener a mi mascota a mi lado aún cuando su sufrimiento hiciera aconsejable el sacrifício ante la incapacidad veterinaria de encontrarle una solución a sus dolencias. Todos coincidimos en que un animal, cómo una persona, tiene derecho a morir en un momento dado con la mayor dignidad y el menor dolor posible, por cuanto son amigos nuestros y en suma una parte importante d enuestra vida.

Ahora se me hace más pesado pensar que lo haría así. En caliente, en conversación se dicen cosas que, sinceramente, cuando te enfrias, piensas y reflexionas sabes que, a ciencia cierta, no podrías deshacerte de él con esa frialdad con la que certificabas que sí. Y eso aúnque estuviera muy enfermo, terminal o a punto de morir. Es el propio sentimeinto de propiedad por el cual nuestro amigo se convierte en nuestra posesión y cómo tal no deseas deshacerte de él. No ya por su valor, sino por cuantas cosas hayas compartido con el desde que lo tuviste. En mi caso desde que era no más grande que una pelota de tenis, pues recuerdo que nació en noviembre y era una pelotita de color blanco que gruñía muchísimo en cuanto lo dejabas en el suelo. Le gustaba más bien estar calentito y hasta que no lo cogías de nuevo no paraba de chillar. Desde entonces hemos compartido parabienes y paramales. Ha estado con nosotros cuando nos casamos, cuando hemos estado tristes y hemos compartido alegrías, ha compartido todo en los últimos siete años.

De amigos.

Por eso ahora que más o menos a mediado su vida, ayer esa conversación en principio intrascendente me hizo pensar que haría llegado el momento. A ser sinceramente no lo sé. Y eso que es uno de los animales más asquerosos que existen, los perros me refiero, pues ¿Qué se puede esperar de un bicho que se come su propio vómito? Aún así cuando empieza a lamerte, a hacerte moñas y ruiditos no tienes por menos que enternecerte y pensar que no podrías sacrificarlo de ninguna de las maderas. Se te partiría el alma en dos y después, por mucho que la situación lo demandara, al final, no podrías hacerlo. Por eso habría que rogar para que el animal por el que te desvivies se fuera un día sin ruido ni sufrimiento. Durmiendo o algo parecido, pues verlo sufrir, despues de tantísimo tiempo, hacerle morir y acompañarlo en ese trance sería simple y llanamente un trauma del que me resultaría muy dificl reponerme. Ya tuve la mala experiencia de ver morir a otra mascota perruna y, decididamente, no es algo que quiera repetir.

Si deseas comunicarte conmigo, agregar algo a éste artículo, exponer tu opinión en privado o sugerirme temas sobre los que hablar no dudes en ponerte en contacto conmigo a través de churre_s_peinado@hotmail.com. Gracias.

12 comentarios:

María dijo...

Los perros llegan a convertirse en uno más de la familia, lloré tanto cuando un coche atropelló hace dos años al último que tuve que decidí no volver a tener ninguno.

Tenía 8 años y estaba completamente loco y con una cara dura impresionante, jamás comió comida de perro, no hubo forma de enseñarlo, siempre comía lo mismo que nosotros, era un forofo de las gambas y la nata y como le dijeras que no te miraba con cara de perrito abandonado hasta que se salía con la suya.

Pero también era tremendamente cariñoso, me daba besos a cada momento (lametones en el cuello) y, como se me ocurriera tumbarme en un sofá, al segundo lo tenía encima. Para mí era casi tanto como otro hijo, era el pequeño de la familia.

Besos

Unknown dijo...

Algo parecido me pasó a mi con un eprro que tuve hace tiempo y a posteriori con una perrita que se la comieron las garrapatas. Un animal es una responsabilidad en todos los sentidos. En un ser vivo que no puede tratarse ni cómo un objeto, ni cómo un juguete. Cuesta mucho sacarlo adelante y es un amigo fiel que, cuando se pierde, ya no se vuelve a recuperar.

Rafa Hernández dijo...

Sin duda alguna el perro es el mejor amigo del hombre. En casa de mis padres tuvimos perro y perra durante muchos años, y sus perdidas nos ocasionaron un gran disgusto. Son mucho más fieles que las personas. Hay amigos que te hacen tales perrerías que manchas el honorable nombre de estos animales si los llamas perros. Saludos C. S. Peinado.

Una dijo...

Yo tengo un perro, o él me tiene a mí, no lo sé, somos parte de una misma família. Nos enseñan a querer incondicionalmente, son tan agradecidos que despiertan los mejores sentimientos en las personas. Ya sabemos que viven menos años que nosotros y por lo tanto, vamos a verles envejecer y morir ante nuestros ojos (y una parte de nosotros con ellos) pero eso no es motivo para dejar de tenerlos. Lo que nos dan, lo que nos enseñan, es mucho mayor que la pena que nos deja su ausencia.

Anónimo dijo...

Yo he compartido esa desgraciada experiencia de perder mi amigo, y mas de una vez... a uno tuve que llevarle a sacrificar... ¡No se lo deseo a nadie que tenga corazón!
Como bien dices llegan a ser mas que un amigo, porque ellos ni discuten, ni aconsejan, sencillamente están a tu lado incondicionalmente, algo que nadie hacemos por otra persona.
Pd. Te la has jugado con la parienta amigo.

Anónimo dijo...

Es lo malo de tener mascotas, el ciclo natural hace que mueran antes que tú y no puedes sentir otra cosa que una pena profunda. Los que no tuvieron nunca perro no saben lo que es y algunos se burlan de los dueños cuando esto pasa. Generalmente ademas los tienes desde que son cachorritos y claro eso es la leche, tan pequeñis y desvalidos, solo se calman con el contacto del amo, como no vas a sentir algo especial.
Saluditos.

Lin Fernández dijo...

Hermoso articulo.donde aflora tu sensibilidad.Hoy como siempre tener un perrito o un gato conviviendo contigo,Es una muestra de que aun no todo esta perdido,Pues ellos nos humanizan.un saludo.

Unknown dijo...

Desde luego, Rafa, para mi un perro, un pez, un animal, es un ser digno de respeto y cuando le coges cariño es tu perdición, porque le vas dando mucho y él a su vez te lo va devolviendo hasta el día que te deja y te quedas hecho polvo, aunque es lo que toca. Ley de vida.

Unknown dijo...

Coincido palabroa por palabra contigo Aina y mara tú, que a pesar de que se mueren y nos dejan ese salobre sabor de olvido y distancia, volvemos a tener otro en cuanto la porvidencia nos lo pone de por medio.

Yo creo que para tenerlos hay que valer, pues te dan mucho pidiéndote muy poco, pero lo poco que les das es, cuando menos un trozo de tu alma.

Unknown dijo...

Jajaja, tranquilo Lobo, mi mujer lo sabe y lo comprende, cómo que es la debilidad de ambos y no dudo que ella haría lo mismo (es broma).

Mi perro, del cual he dejado la foto en el artículo, es un pedazo de cabroncete que gruñe más cuanto más viejo se hace y al final te gana poniendo esa carita de mamón rebañado.

Ya tiene siete años, espero que me dure un poco más y que el día que se vaya lo haga de golpe y sin padecer.

Unknown dijo...

El mio, Zorrete, lo cogí cuando no era más grande que una pelota de golf. Me cogía en la mano y era una bolita peluda que lloraba si no lo tenía encima. El pobrecito se nos moría y lo alimentabamos con una jeringuilla de leche y trocitos de galleta hasta que ya pudo valerse por si mismo.

Una gozada que nunca podré olvidar, cómo no me podré quitar de encima la impresión del día que se me vaya para siempre.

Unknown dijo...

Gracias, Agustín, es algo que llevaba dentro y que afloró en esa reunión y que he traido a colación cómo algo que deseo que todo el mundo sepa y comprenda.

Para que luego digan que no tenemos dulzura en el interior.

Darle Caña a ésto: