Pasado el día de la polémica, el Halowin, o más correctamente la fiesta de la Víspera de Todos los Santos, se aviene en éste día otra fiesta, más conocida y más nuestra pero cargada con el peso de sus cientos de años de existecia. Es el día en que tradicionalmente se da el tránsito de los largos y soleados días del verano a los pobres y fríos dias de invierno. Es la fiesta en la que las castañas asadas, los huesos de santo y los buñuelos toman el relevo a la sangria, la cerveza en la playa y los helados, enclaustrándonos en la mesa camilla con calefacción y abotargándonos ante la caja tonta hasta que el padre Sol decida ir regalándonos de nuevo su caluroso abrazo.
Koimetérion.
Cómo en una agradable piltra, cómo un sobre con las mantas pesadas y cálidas, así un día se cernió la muerte sobre esos seres queridos que duermen el sueño eterno en sus pequeñas alcobas de cemento. Alcobas de las que el Ayuntamiento, pasado un tiempo y si no estás al tanto, te saca para mandarte a la frustrante fosa común. Pero en algunos lugares, eterno reposo para cuantos una vez expirados se acogieron al abrazo perpetuo de la tierra cómo sus moradores. Ese destino final en el que todos dormimos, unos con la esperanza de la resurrección, otros con el convencimiento de la putrefacción, todos con la sapiencia de acogernos a un dormitorio en el que cerraremos los ojos para no volverlos a abrir.
Cementerio, que proviene del griego koimetérion, es el eterno descanso para los huesos de aquellos que, hartos de deambular por el mundo, asienten en el deseo de poder reposar por fin sin el miedo de volverse a levantar para seguir caminando por la incertidumbre, el miedo o el pesar. Es un destino final, eterno y certero para todos. Yo mismo siento un escalofrío al penetrar en el camposanto por cuanto sabes que da lo mismo lo que briegues, da lo mismo lo lejos que estés o lo que trates de evitarlo. Aquel lugar es el único cierto al que todos iremos a parar más tarde o más temprano, pues, ni aunque nuestros deudos guarden la urna con las cenizas sobre el aparador, podremos estar, en el alma, lejos de ese lugar donde se van apilando las miserias en que se convierten al morir los seres humanos.
Huesos de Santo.
Cirios, flores, mármoles nuevos y nichos abusados por el tiempo. Esa es la parte mala de una celebración que, a través del tiempo se haido cristianizando en el recuerdo de todos los seres queridos y de Todos los Santos, que a lo largo de los tiempos parecen haber sido miriada. Sobre la fiesta del tránsito del verano al invierno, la Iglesia vió la oportunidad dedejar caer una fiestecita con la cual cubrir unaparcela más del paganismo ancestral. Saldría así la fiesta de Todos los Santos, en la que todos los fallecidos que tuvieran rango de tal, podrían acogerse a su parcelita de protagonismo que no verían recompensada en ninguna otra fecha del calendario. Puesto que la concepción de la muerte es distinta según en la parte del globo en la que nos encontremos, aquí nos dimos al temor latino al Más Allá, haciéndolo cómo una fiesta más de ir a ver al fallecido y no quedarse mucho rato que de celebralo cómo en el mundo Sajón con una total y absoluta irreverencia a la muerte.
Lo cierto es que en éste día los sentimientos se encuentran a flor de piel. El camposanto se engalana para recibir a los vivos que algún día serán sus inquilinos, lo floristas hacen elagosto y una miriada de cirios y velitas arden cómo antiguamente lo hicieran los fuegos fatuos recordando al dueño del nicho, tumba, columbario o panteón. Estos días son propios para las castañas asadas, los huesos de santo ola elaborada reposteria de nuestras abuelas, algunas, muchas, ya fallecidas y recordadas mediante mariposas que velan, luminosas, toda una noche en un cuenco de aceite usado. Ya no hay candiles sobre los quedormir la noche de todos los santos, pero si hay recuerdos inborrables de los que yano está y a los que no podemos olvidar, aún cuando ya no sea la costumbre recordar.
Día de Todos los Santos.
Y fieles difuntos. Una fiesta que dicentiene fecha de caducidad, pues el número de visitas a los cementerios vaen caida libre. No creo yo así. El muerto al hoyo y el vivo al bollo, sí, pero con matices. Pues lo mismo que un día el que hoy es pasto de la fauna cadavérica ayer fue un vivo lozano y alegre, de igual modo un día ell vivo que hoy visita a su familiar un día ocupará su lugar a su lado y así, en la cadena de la vida y la inevitable muerte iremos cumpliendo el ritual que nunca, jamás dejará vacio el camposanto ni baldío de visitas el lugar.
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2 comentarios:
Este es un día que al principio de la muerte del ser querido es duro, pero con el tiempo se recuerdan anécdotas y vivencias, después toda la familia se reúne para comer juntos en casa. Solo es triste los primeros años. Luego esta bien, los vivos se reúnen para honrar y recordar a los que ya no están, pero como ves a gente que hace tiempo que no los veías el día termina bien. Ademas es una tradición nuestra.
Saluditos.
Siempre la vida nos deja cosas buenas que, sin embargo, no empezamos a recordar hasta que la muerte no se ha hecho patente. Ayer en el cementerio vi una lápida viejísima con un ramo de rosas de un amarillo chillón que francamenteme hizo sonreir, pues era una muestra de vida en un ámbito totalmente oscuro y tenebroso.
Y eso es la vida, algo que merece ser recordado cuando ya no estás, lo que era y lo que dió de sí, no hay más.
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