Tras la independencia de España, México debió acometer una reorganización interna total y empezar a acometer a sus propios enemigos. Entre ellos uno que, en plena expansión iba presionando por el norte, los Estados Unidos. Los mexicanos, instalados en el buenismo aprendido de España, habían ido dejando a los gringos establecerse en el territorio que hoy compone el estado de Texas. Al final estos decidieron dejarse de tonterias y secesionares. Veamos por qué.
Cómo suele suceder en los paises que se independizan por en interés de cuatro sobre todo los demás, México llegó a un momento en que la dictadura se fue haciendo presente de manos de un personaje que nos sónara a casi todos. Antonio López de Santa Anna, era el presi en el año treinta y seis en que se sucedieron los hechos que narramos y la verdad, el asunto del federalismo se la traía más bien floja. Esas intenciones se harían patentes desde el año treinta y cinco en que el amigo Santa Anna revocaría la constitución del veinticuatro, recién independizada la Nueva España. Ésto caldeo los ánimos de los federalistas, que cogieron las hoces y los fusiles en muchos estados y en particular en la Texas fronteriza. Esa zona era cómo los territorios palestinos, estaba cuajada de colonos gringos que, acostumbrados al federalismo creian que todo el monte era orégano. Les tocaba la moral por momentos el hecho de que el federalismo se fuera tornando en centralismo y con ello sus derechos, amplísimos, se fueran yendo al guano. Además, Estados Unidos había intentado adquirir Texas a México, el cual se había negado a vender y se quejaba, continuamente, de que los yanquis no se adaptaban a sus costumbres, tan mexicanas y tan cuates.
Cómo Santa Anna veía venir las intenciones de los gringos, llenar el territorio para después llevárselo, comenzó a operar un ejército de reclutas forzosos. Gente con muy mala baba movilizada contra su voluntad en un Ejército llamado Ejercito de Operaciones en Texas, que libraría su primera batalla contra los secesionistas texanos en octubre del Treinta y cinco, en lo que se podría llamar la primera batalla de la Revolución de Texas. Obviamente los gringos estaban más preparados que los méxicanos y se pasaron por la piedra a las primeras de cambio a las tropas mexicanas. El último en rendirse fue el cuñado de Santa Anna, Martín Perfecto de Cos, que tiró la toalla en San Atonio de Béjar el nueve de noviembre de mil ochocientos treinta y cinco. En ese instante, la presencia de texanos de la zona era testimonial, siendo cubiertos los puestos militares por yanquis recien llegados, lo que tocó aún más las narices al jefazo azteca. Santa Anna no dudó en acusar a su vecino de injerencia y en llamar "piratas" a los combatientes tejanos. Cómo tenía tan mala baba certificó que no habría prisioneros y que de dar cuartel a los piratas nada. Cosa que reiteró por escrito al presidente en Wanshington, Andrew Jackson, el cual no dió difusión a la nota. Los texanos combatían en ventaja militar si bien pensaban en que se aplicarían las normas básicas de la guerra, ignorando la carnicería a la que estaba dispuesto el premier mexicano. Para finales del treinta y cinco Texas había expulsado a la práctica totalidad de soldados mexicanos y Santa Anna, furibundo, se dedicaba a reclutar un nuevo ejército en Ciudad de Mexico con el objetivo de reconquistar la República de Texas.
Al salir los mexicanos de San António de Béjar, los texanos se habían acuartelado en una antigua misión española llamada El Álamo. Era una suerte de fortaleza mínima, si acaso equipada para aguantar, y no por demasiado tiempo, el asalto de tropas nativas sin equipo artillero. Era un complejo con unos cuatrocientos metros de perímetro a defender sobre una superfice de hectárea y media bajo un tórrido sol. En el centro se extendía una plaza con la capilla a un lado y un "Cuartel del Baja" unidos entre sí por una empalizada de madera. Al norte de la capilla se extendía el Cuartel Largo con dos plantas, mientras en la esquina del norte de la pared que daba a levante, había corrales y cuadras para ganado. La muralla que rodeaba el perímetro exteriór variaba en torno a los ochenta y cuatro centímetros de espesor con entre dos metros setenta y tres setenta de altura. Aquello era de todo menos una fortaleza al uso con la capacidad suficiente cómo para detener la acometida de un ejército en masa cómo el de Santa Anna. En los preparativos Green B jameson, ingeniero de la tierra, diseño pasadizos para permitir a los fusileros disparar desde las paredes exteriores, la falta de material dejaba a los de la parte de arriba del cuerpo con el culo al aire. Con mucho esfuerzo pudo emplazar, además, diecinueve piezas de artillería, con uno de 18 libras, en las paredes. Aún así comentaba que los mexicanos se los iban a comer vivos, en razón de diez a uno.
Para el día de Reyes de mil ochocientos treinta y seis estaba sin provisiones ni munición suficiente para la acometida. Apenas cien hombres copaban los puestos de defensa. James C Neill, comandante interino, escribío al gobierno texano solicitando pertrechos y munición. Justificaba su petición en el hecho de que tal y cómo estaba El Álamo, le forrarían el lomo a tortas en menos de cuatro días. El gobierno texano no estaba para muchos lujos, metido en rencillas internas por las que al menos cuatro tipos se habían peleado por el control del ejército al final designó a San Neill para que recabara y recolectara lo necesario para la defensa de la plaza. Improvisación al máximo.
Antes del desastre.
Houston sabía que iban de culo. Así que mando a James Bowie, coronel, a desmantelar todo el tema. Levantar los puestos, destruir la artillería y después si Dios quería, salir cagando leches. Llegó con treinta tipos con más ganas que recursos, pues a la hora de desplazar los cañones se dieron cuenta que no había animales para tirar de los mismos. Se dejó comer la orejilla por Neill y acabó creyendo, el tal Bowie, que aquello era una plaza estratégica de la leche. Le llegó a escribir a Henry Smith, gobernador de Texas que Béjar era primordial para las intenciones secesionistas y que aquel punto, de caer en manos de Santa Anna, fracturaría la frontera entre ambos ejércitos dejando expedito el camino hacía Sabine, la capital. Además, echándole gónadas al asunto, aseveró que el y Neill iban a cascar si fuera necesario allí y que ya estaban tardando en enviar tropas, dólares, avituallamientos y pólvora de cañón. Lo que recibieron fue refuerzos no autorizados, un oficial de caballería Barrett Travis, con treinta hombres el tres de febrero.El ocho llegaría Davy Crockett con cuatro amiguetes más.
El once de febrero Neill se fue a dar una vuelta para ver si podía reclutar gente y traerse suministros. Queda el mando de El Álamo bajo el control de Travis. Lo que pasa es que aunque Travis era el segundo al mando no era excesivamente querido, vamos, que daba asco a los voluntarios que formaban mayoritariamente la guarnición. Éstos preferian a Neill, que tenía fama de ser buen combatiente, pero además se conocía que había reventado todo lo que pillaba en Béjar una noche de borrachera. Así que al final ni para ti ni para mi, compartieron en mando y aquí paz y luego gloria. Mientras ésto sucedía, Neill se veía negro para reclutar gente y la cosa no mejoraba para los Texanos, Santa Anna seguía reclutando peña por leva forzosa en la zona de San Luis Potosí. A finales del treinta y cinco, seis mil cien hombres componían el ejército de Santa Anna. Un ejército que hubo de ser entrenado sobre la marcha, pues algunos no sabían ni siquiera coger el arma. Cómo el jefe queria endurecer a la tropa los llevó, con armas y pertrechos al hombro por el centro del país, en lugar de hacerlo vía marítima, donde habría sido más fácil el transporte. El objetivo llevar un ejército medianamente preparado hásta Béjar, a donde a Cos le dieron por donde la espalda pierde su noble nombre.
Aquello era unpoco patético, por no decir completamente ridículo. Un ejército compuesto por civiles, lento y pesado, sin suficientes cabalgaduras para los pertrechos. Dañado además por el hecho de que muchos de los cocheros eran civiles que al primer retraso en el pago salieron despendolados. Los soldados por otro lado se llevaban con ellos a sus mujeres e hijos, con lo que los ya de por si escasos suministros se veían aún más mermados para los combatientes. El dieciseís de febrero, bajo un nevazo potente, que mira tu ya es casualidad en México, cruzaron el Río Bravo. Los mexicanos no se habían visto en ninguna más grande. Entre el frío, la disentería, los comanches y la falta de alimento, consiguieron avanzar hasta el rio Nueves, acampando a ciento noventa y dos kilómetros de Béjar. El avance parecía pues inminente. Tras un breve retraso en el que hubieron de reconstruir el puente que previamente los texanos habían quemado cruzaron el Nueces y el diecinueve acamparon a ciento nueve kilómetros de su destino, en rio Frío. Al dia siguiente acamapron en Hondo, en Tejas a ochenta kilometros. Ya se olía el miedo.
El dieciseís Travis ya sabía lo que se avecinaba. El chivatazo de un colono amigo suyo Ambrosio Rojas, que a su vez lo había recibido de su familia radicada al sur, le ponía sobre aviso de la hecatombe que se venía encima. Eran muchos los rumores que llegaban de que Santa Anna llegaba y que era inminente el ataque sobre El Álamo. Travis no obstante, que veía el nerviosismo ante lo inevitable, hacía caso omiso a los mismos. Habia que mantener los pies en el suelo. Por la noche, en unconsejo de guerra los ánimos eran candentes. Travis no obstante calculaba la llegada del enemigo para la primavera, una vez que el clima no fuera desfavorable para el avance del ejército mexicano. A esas alturas el ignorante creía que el mexicano no habia empezado a remover tropa hasta saber sobre la derrota de Cos, cuando Santa Anna ya llevaba tiempo haciendo leva antes del asedio de Béjar. La cosa pintaba no mal, sino peor, a partir del veinte de febrero, los habitantes de Béjar comenzaron a empaquetar para salir por píes, mientras Travis seguía sin creer lo evidente. Quince voluntarios salieron por patas el veintiuno y Seguin aconsejó a Travis para que dejara a sus hombres marchar para que ayudaran en la evacuación de la ciudad.
El veintiuno de febrero, Santa Anna arriba a las orillas del Rio Medina, donde los dragones del general Joaquin Ramírez y Sesma se encuentran desde la tarde anterior. Están a cuarenta kilómetros de Béjar y está lloviendo que te cagas. La mayoría de la guarnición en El Álamo está de juerga en el pueblo, pues no saben que los mexicanos están al lado. Santa Anna que estaba avisado ordena a los dragones que tomen la fortaleza, ahora vacía y de por finiquitada la operación. Las lluvias se intensifican y la redada se queda en proyecto al no poder cruzar el río, al día siguiente acampan a trece kilómetros de Béjar. Un inmenso ejército se cierne sobre unos pocos defensores mal pertrechados y con la moral, cada día que pasa, por el suelo.
Asediando que es Gerundio.
El Sitio.
En la madrugada del veintitrés la peña de Béjar huía levantando polvaredas en todas las direcciones. Santa Anna estaba a un tiro de piedra y Travís que todavía seguia sin creérselo situó un vigía en la ubicación más alta de la ciudad, la torre de la Catedral de San Fernando. Al mismo tiempo mando al capitan Dimitt y el teniente Noble para que investigaran, cómo espías, laubicación exacta de los mexicanos. La cosa se ponía interesante mientras la ciudad se convertía en un solar esteril. A las dos y media de la mañana, los huevecillos se les pusieron en la garganta. El vigía afirmó haber visto luces en lontananza el capitán y el teniente no había regresado y Travis envió a Sutherland y Smith a explorar la linea del horizonte. Regresaron confirmando el avance de tropas a dos kilómetros de la ciudad, el momento había llegado.
Travis tenía ciento cincuenta y cuatro hombres efectivos y catorce en el hospital. La situación en el Álamo ya era desesperada antes de empezar. No tenían alimentos suficientes cómo para aguantar la posición. A la voz de ya y a hurtadillas pastorearon todo bicho viviente alrededor de la misión y robaron cuanto pudieron de las casas colindantes. Así lograron incautar comida para un més y con ciecinuevemil cartuchos de papel para los mosquetes incautados a los mexicanos, algo se podría hacer. No demasiado, porque lo que es pólvora para cañón no tenían ni para disparar una salva de bienvenida. Otros voluntarios desmantelaron el taller de artillería de Antonio Sáez y se trajeron todo lo que pudieron. Una vez Travis confirmó que estaban sitiados, algunos miembros de la guarnición echaron mano de sus familias y se metieron en la misión. Gente cómo Almaron Dickinson que trajo a su esposa Sussana y su hija Angelina o Bowie, que ya era un devoto defensor y que se había traido a las primas de su difunta esposa Gertrudis Navarro y Juana Navarro Alsbury así cómo su hijo.
Mientras los texanos andaban liados con las defensas, otros pocos estaban en Béjar, se suponen que dando por el saco a los mexicanos. Para ello se habían inventado una ofensa visual consistente en la bandera tricolor de Mexico, ya saben Dios, Patria y tal, con dos estrellas en representación de los estados secesionistas de Texas y Coahuila. Santa Anna se dió brió y envió a la caballería. Al mando de Jose Vicente Miñón arribarían los primeros jinetes con lo que los valientes que andaban tocando la moral arriaron la bandera y salieron corriendo hasta El Álamo. Travis despachó entonces a un tal Jonhson al sur, a ciento sesenta y un kilómetros para solicitar refuerzo inmediato al coronel James Fannin. De igual modo mando un despacho al alcalde de Gonzales, a ciento trece kilómetros, portado por Sutherland y Smith. Le reiteraba que estaba dispuesto a llegar hasta el final en la defensa d ela pocición. Le solicitaba armas y le confirmaba la guarnicion con la que contaba. Ciento cincuenta hombres.
En Béjar caía la tarde. Mil quinientos hombres estaban ya posicionados y sobre el asta en que antes se arbolara la enseña con las dos estrellas ahora pendía una enseña d ecolor rojo sangre. La lucha sería sin cuartel. A los sitiados no les quedaba otra que resistir o morir. Los mexicanos hicieron sonar la corneta. Tocaba parlamentar. En lugar de avenirse a un acuerdo, Travis ordenó disparar el cañón más grande quie tenían. Cómo muestra de buena voluntad que los mexicanos respondieron. Con cuatro disparos de obús de siete pulgadas. Más cómo advertencia que cómo verdadera ofensiva pues no causaron daños ni heridas. Creyendo que Travis había hecho el tonto, Bowie envió a Jameson a reunirse con Santa Anna. La situación revertió en patética. Bowie se presentaba así mismo cómo Comandante de las Fuerzas voluntarias de Béjar y pedía al Comandante de las Fuerzas invasoras en Béjar que se rindiera, cosa que el que recibía a Jamenson, Santa Anna solicitaba también, rebotándose además porque el jefe de la Misión se diera el mismo posto que él. De igual modo Travis, considerándose al mismo rango que Bowie y creyendo que éste había obrado por su cuenta sin contar con el hizo lo mismo, recibiendo la misma contestación. Al final ambos se dieron la mano y se avinieron a darle movidilla juntos al cañón.
Para cuando quisieron darse cuenta y cesaron los parlamentos la noche había caido. Los mexicanos se pusieron manos a la obra y levantaron un puesto de artillería en las inmediaciones de la casa de Juan Martin Veramendi, que fuera gobernador de Coahuila entre el treinta y dos y el treinta y tres. La caballería ocuparía puestos en el norte y el este y daría aviso inmediato del arribo de refuerzos enemigos. Santa Anna lo quería todo atado y bien atado. Según crónicas posteriores, zafándose de la caballería, texanos que habían salido para aprovisionar regresaron con seis mulas y unprosionero mexicano que usarian para interpretar los toques de corneta. A lo largo de la noche fueron llegando algunos refuerzos con sus familias que fueron trepando las exiguas murallas para entrar en el recinto ante la negativa d elos centinelas a abrir el portón principal. Con los mexicanos a un tiro de piedra no era cosa de arriesgarse. Por otro lado algunos que ya estaban fuera del sitio no se molestaron en volver. Es el caso de Dimitt y Noble que, recordemos, habían sido enviados a ver las evoluciones del ejército mexicanos y que se debieron perder, porque al encontrarlos ya se habían aposentado en Béjar. De igual modo algúnotro que, saliendo a buscar provisiones, vió al volver que había mucha movida y no pudo por tanto ingresar, regresando a su casa en Gonzales.
Si voy con lo que te doy.
Tras el patético capítulo del intercambio de despachos y negativas a la rendición por ambas partes comenzaron los combates. Para entonces cada cual había ocupado su puesto e incluso se habían instalado puestos avanzados en casas que rodeaban el recinto. Siguiendo el protocolo militar de la época, los asaltantes dieron unos pasitos, los defensores tres andanadas, quemaron posiciones y se metieron en El Álamo a verlas venir. Ante lo que pudiara parecer, los mexicanos no eran unos paletos en el arte de la guerra y progresaban de manera decidida y constante, asegurando cada posición mediante trincheras y creando avanzadillas en las que reinstalaban la artillería hasta llegar casi a las mismas murallas. Los mexicanos amagaban con atacar, rebajando la moral e incrementando la tensión de los defensores que veían que no podrían aguantar con garantias demasiado tiempo. Los gastadores por contra iban derribando defensar y cargándose la artillería defensora. Sobre las dos de la mañana todo habría acabado conel asalto de cuatro columnas, una por punto cardinal, sobre los muros de El Álamo. En total mil doscientos mexicanos que ya si sabian asaltar, usar sus miras y casi eran un ejército profesional. Ya fuera con una oleada o con dos, al final la defensa del perímetro se tornó imposible y murieron cómo chinches. Aplastados.
A ciencia cierta no se sabe el número cierto de defensores que murieron en El Álamo, si bien la cifra se mueve entre ciento ochenta y siete y doscientos cincuenta y cuatro. Los civiles no combatientes que no murieron en los combates, mujeres, niños, esclavos, ancianos, fueron dejados ir libremente cómo muestra humanitaria de Santa Anna que, a parte, exageró hasta el paroxismo el número de rebeldes a abatir en seiscientos. Los yanquis, tan proclives a los relatos heroícos justifican la actuación en el recinto como una lucha hombre a hombre hasta el fin. Las crónicas e investigaciones posteriores han reconocido la existencia de pequeños grupos que fueron saltando las empalizadas con la intención de rendirse mientras duraba la acción. Éstos grupos, tan valientes ellos, moririan por orden del mexicano que poco antes habría ordenado el toque de a Degüello confirmando lo que, anteriormente habría remitido a Jackson por carta. Iba a morir hasta el apuntador. No se respetó a tal fin ni a los enfermos habídos antes de la acción, durante o después, respetándose sólo el personal no combatiente. La cantidad de muertos en el lado mexicano rondaría los seiscientos, tomandose ésta aproximación de las pretensiones américanas que citarían unos novecientos muertos, excesivos para la preparación de los defensores y las de Santa Anna que lo rebajaría a sesenta muertos y doscientos cincuenta heridos, lo cual hace sospechar que maquilló las cifras con caracter propagandístico.
Posteriormente Santa Anna, crecido y exultante se embarcó en la limpieza de todos los rebeldes habidos en Texas. Con varias columnas partío hacia varios puntos situándose él, con setecientos hombres y un cañón en persecución de Sam Houston. Éste había puesto pies en polvorosa con un contingente de setecientos soldados. El veintiuno de abril acampó en las márgenes del rio San jacinto, donde fue reforzado con quinientos hombres más. Se confió, quizás pensando en lo fácil que había sido lo de El Álamo y no puso ni defensas avanzadas ni exploradores, siendo sorprendido en plena noche por Houston , que revolviéndose de la huida lo cazó en un ataque sorpresa. Deshizo las defensas de un golpe y puso pies en povorosa a todos los soldados mexicas. Santa Anna fue capturado y firmó el Tratado de Velasco. Tanto jeringar con el tema de El Álamo y ahora perdía el asunto, debiendo retirar las tropas de territorio texano que, de facto quedaba excindido de la República de Mexico y que iniciaria de manera ulterior la guerra con los Estados Unidos de América.
Mitos y Leyendas.
El Álamo no supuso para nada una debilidad del Ejército mexicano. Santa Anna iba sobrado de tropas y se ha demostrado que pudo cubrir diversos objetivos simultáneos excindiendo y separando columnas de ejército. Fue una derrota de los texanos. Que Santa Anna perdiera y fuera capturado en San Jaccinto fue única y exclusivemente culpa de una flata de previsión de los cuadros de mando mexicano. El Álamo fue sólo una batalla más que no tuvo casi influencia en los hachos posteriores.
Aquello no fue para nada una misión suicida, pues los sitiados esperaron refuerzos hasta el último instante y sabían lo que les esperaba de caer la misión. Por otro lado Houston había ordenado la evacuación de la posición por considerarla indefendible. El no estaba dispuesto a dejarse dar sin vaselina en campo abierot por un ejército superior en hombres, armas y equipo. Con eso cesó las críticas sobre él entorno al particular de que, habiendo intervenido él podría haber evitado la debacle.
Travis murió combatiendo eso se sabe a ciencia cierta, de Bowie no se sabe si murio enla enfermeria o lo cosieron a bayonetazos. Según los americanos Davy Crockett murio combatiendo, mientras los mexicanos aseveran que se rindió y fue fusilado a popsteriori, e incluso que intento escapar vestido de mujer. No se sabe a ciencia cierta que versión era la correcta así que se queda en el aire. Esperemos que en breve podamos llegar a saberlo.
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