lunes, 10 de octubre de 2011

Reflexion. De peces y acuarios.

Siempre, a lo largo de toda mi vida he deseado tener un acuario. Es ese tanque de cristal lleno de agua en el que pululan, con más o menos suerte, una serie de bichos que suelen ser peces y caracoles. Mi ocasión llegó cuando unos indeseables, para zanjar una deuda contraida conmigo decidieron hacer un pago en especies. Aún así salí perdiendo. Pero era o eso o perder el dinero así que acepté. El acuario es de tipo industrial. de éstos que te venden en las tiendas de animales. De ochenta litros con filtro, termostato y bomba de agua. Su tapa negra de plástico y su luz halógena.  Un equipo normalito para principiantes que sin embargo nunca deja de enseñarte, siendo en ese sentido, algo así cómo la vida.

Cuando lo recibí, intenté colocarlo y gestionarlo de la mejor manera posible. Son miles los parametros que pueden hacer triunfar o fracasar ese mini mundo acuático en el que depositamos nuestras esperanzas de ver crecer toda una colonia de seres adecuados al mundo acuático. En principio no obstante, el principal es la paciencia. De nada sirve tener un equipo de la ostia, tener muchos cacharritos, medidores de pH, un filtrado profesional, si no sómos capaces de comprender que lo que tenemos en ese mundo en miniatura son seres vivos que deben de interaccionar entre sí y con su entorno. Debemos comprender siempre que, cómo en la vida real, tenemos que ser capaces de cohabitar con muchos tipos distintos de persona. Los peces no son racionales y no entienden de cohabitación. Si pones dos peces que no son compatibles basándote en la estética, adiós muy buenas.

Un acuario es un submundo similar a nosotros mismos. En ese pequeño espacio ortoédrico existen emociones, pasiones e instintos en algo tan simple cómo moverse, ser sensible al frío o al calor, notar las variaciones del agua dulce o buscar alimento bien mientras flota, bien en el fondo. Así nosotros vamos evolucionando en nuestro mundo inmediato en busca de más confort y menos estrecheces mientras el alimento que supone la valoración de los demás se derrama a nuestro alrededor para ser buscadas. En sí, un acuario es cómo nosotros, cuanto mejor lo cuidemos más satisfacciones nos dará y si lo dejamos de la mano de Díos puede ser que, o bien subsista por si mismo demostrándonos lo fascinante que es la naturaleza aún en su mínima expresión o bien se hunda en la miseria yéndose al guano, tal y cómo se va la vida de aquellos que no saben cuidar lo bueno que tienen a su alrededor.

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