sábado, 6 de agosto de 2011

Galicia. La aduana de San Andres de Teixido.

Cruceiro de San Andrés de Teixido
Galicia, al margen de los problemas que se estén  suscitando los últimos tiempos a raiz de la barra libre pro-comunitaria/soberanista sigue siendo esa tierra entre simpática y misteriosa que nos embarga nada más pisar la provincia de Orense desde Zamora. Es tierra de brumas, de misterio y leyendas. Es ese bosque inmenso en que la realidad y la ficción se unen en comunión para asombrar al aventado viajero que se aventura en sus recovecos inflados de niebla, humedad y miedos. Así cómo Santiago de Compostela es destino de vivos, que ya sea por penitencia, espíritu de superación o simple ánimo turistico hay otro que, sin duda, hay que visitar antes de estar de cuerpo presente, pues sino se va de vivo, de seguro, que se irá de muerto.

Procesión de San Andrés de Teixido.
Hay quien opina que todas esas cosas son estúpideces. Que no hay que tener miedo al más allá sino a las vicisitudes del más acá de la realidad. Hay que tener en cuenta que desde los albores de la civilización la religión y la veneración por lo espiritual y lo que hay más allá de la muerte ha acompañado al mundo y que, a pesar de la modernidad que imperan los nuevos aires laicos, ésta filosofía ha hecho evolucionar más que bien a nuestra sociedad. En ese ámbito, quien peregrine a Santiago por alguno de los motivos anteriormente enumerados, incluyendo la culturilla y el turistiqueo debería plantearse ir a la provincia de La Coruña, llegar hasta la Estaca de Bares y cumplir con ésta otra tradición quizás mucho menos conocida pero de una urgencia mucho más perentoria. Y es así, porque sino se va de vivo, San Andrés nos esparará de muertos y lo que es más gracioso, no se piensen que iran cómo ectoplasma o zombi, sino cómo sapo, culebra o lagarto, arrastrándose sobre la tripa por no haberlo hecho en tiempo y forma sobre dos piernas. Es lo que los gallegos dicen "A San Andrés de Teixido vai de morto o que non foi de vivo". Cada cual que saque sus propias conclusiones.

Esos acantilados gallegos do fin do mondo.
El que sea un poco discipliente lo contemplará cómo un aliciente para poder aumentar su cuota penitencial de cara a entrar por la cancela de San Pedro. Lejos de ello, la romería o visita cualquier otro día del año es un aliciente para explorar otra zona más de la indómita Galicia. En ese sentido, el ír, que es lo único que hay que hacer para cumplir, bueno, allí hay que hacer algo más, pero no vamos a adelantar acontecimientos, ir, reitro no es ni mucho menos un suplicio. Es la forma que tiene Celestial Tours para que, en recompensa por pasar por la caja de San Andrés contemplemos la magnificiencia y nos deleitemos con uno de esos rincones salvajes y totalmente agresivos en la costa del Fin del Mundo, que para ver éstas maravillas no hay que irse a lo más profundo de una selva tropical.

Plaza en San Andrés.
Ya de por sí, el camino que nos lleva al Santuario desde Cedeira es todo un compedio de penitencial ascensión a esa naturaleza atiborrante, sorprendente y aglutinante. Un monte que tiene por forntera esa misma carretera que ora por el mar, ora por la piedra nos enfrenta al tiempo en la impresionante y continua pugna entre el Atlántico y esa piedra inmortal y eterna que ya se ganara en tiempos pretéritos el del Finis Terrae. Uno de los alicientes que tiene ese largo y tortuoso camino que, sin embargo, y a pesar de estar abortargado por el respeto que infunden los acantilados, se hace con placer, sorprendido por esa naturaleza gallega que nos cubre son las "Bestas". Son pequeños caballos salvajes similares a Bretones en miniatura que con su mínima estatura pero robusted innata se han hecho a la naturaleza fria, húmeda y ventosa de dicho lugar.

As Bestas.
Éstos animalitos, parecidos a ponis, salvajes eso si, son protagonistas a su vez de otra de esas fiestas que nos dejan con la boca abierta y que son tan típicas de la Galaecia. La Rapa de las Bestas, que tiene lugar el domingo más próximo al primero de julio. Ésta fiesta, que es oriunda de Capelada, se yergue en torno a un rito central que consiste en el marcado de las reses. Dicho porceso se lleva a cabo en un recinto llamado "curro" y consiste en lo dicho, marcar a fuego a los minicentauros y raparles las crines que a posteriori se usaran en la industria. Después, los animales más jóvenes recuperaran de nuevo la libertad. Un buen plan sin duda a parte del ya referido de cumplir con el bueno de San Andrés.

San Andrés, en su chabolito con vistas al mar.
Paseando entre estos atractivos más propios de la naturaleza más salvaje y la perentoria necesidad de encontrarnos con nosotros mismos cabalgamos entre acantilados y bestias, leyenda y salvaje entorno hasta llegar a Teixido. Antes de internarnos en él conviene ahondar un poco en la tradición que nos lleva a la obligatoriedad de visitarlo, cómo ya vemos de vivos o lo que es aún más inquientante, de muertos. Y dice así: Andaba un día ell santo por los amplios terruños del Cielo entre cavizbajo y depresivo, cosa ésta que no sé si será muy común en el cielo donde ya se sabe que para entrar se deben de dejar las preocupaciones fuera. Bueno, pues andaba de ésta tesitura por el gran parque temático eterno cuando Dios que ya llevaba tiempo viendo que ese inconsciente atraia el mal rollo por su actitud se le acercó y le preguntó que le pasaba.

Sant Yago y San Andrés amigos para siempre.
San Adrés miro al Supremo Hacedor y cómo viendo que le costara hablar el Gran jefe le impelió a hacerlo, a lo que el santo señaló por una hendidura entre la s nubes (En que estaría pensando el de mantenimiento) y Dios vió que señalaba a un pequeño santuario en la mitad de ninguna parte. Una caseria erigda entre el rugiente Atlántico, entre la verde inmensidad de Galicia y por supuesto en el lugar más inhóspito del Mundo. Así las cosas el bueno de Andrés, sin ánimo que lo suyo pareciera una queja, pues ya sabemos que Dios es infalible y no le gusta que le atribuyan fallos le fue contando que los peregrinos no se le acercaban al chabolo por que preferian quedarse en Compostela, donde Santiago, patrón de España los recibia a millones. Viendo el gran sufrir y la humildad con la que apesadumbrado se mostraba Dios, conmovido le di´ço una palamadita en la espalda y le dijo que no se preocupara, que alegrara el ánimo. Le prometió que nunca más, nadie, entraría en el cielo sin haberle visitado nunca. Y que sera imperativo que lo hiciera, condenado al desdichado de turno a visitar el Santuario de vivo o si no cumpliera de muerto, reencarnado en gusarapio que se arrastrara. Un poco vengativo Dios y un poco arbitrario, premiando a Andrés ante su pecado de envidia hacía Santiago. Pero así son las cosas y así quedó la Tradición. Queda la duda de si el sobrenombre de Andres do Cabo do Mundo (del fin del mundo) viene por que le pusieron la aduana antes de la Cancela de Pedro.

Las figuritas de marras.
Cómo decía antes, y es que las cosas celestiales nunca son sencillas y más parecen que su enrevesamiento cumple alguna vez la doctrina de ser más un sorteo que otra cosa, hay que respetar varias tradiciones, que surgieron con el mito y se fueron enrollando a traves del tiempo. Para empezar hay que mejorar el pecunio de la economía local a través de la adquisición de unas figuritas de pan, hechas cómo el ázimo, sin levadura, endurecidas en el fuego purificador del horno de la tahona y pintadas, no sabemos si con titanlux de vivos colores. Cómo la bandera de Rumanía, rojo amarillo y azul. Éstas pentafiguritas son una barca, en recuerdo del Atlánticoo que nos recuerda la inmensidad y fuerza de los mares, un pescador que lo cabalga para robarle su sustento, una sardina en honor de la profesión del santo, una mano para ahuyentar clarísimamente al mal de ojo (a bofetadas) y una flor del deseo, ya que por visitarle tenemos un dos en uno, tienes derecho a desear alguna cosa para mejorarte cómo persona (se excluye que te toque la loteria). Haré un pequeño inciso por el cual en ocasiones la referida mano es sustituida por una paloma de la paz. Si tenemos en cuenta que todos los cultos cristianos tienen su referenciado en cultos paganos previos, la mano abierta tradicionalmente ha servido cómo simbolo de protección contra el mal de ojo. Supongo que la paloma de la paz será un atributo insertado por la Iglesia Católica con tal de mover el miedo por el mal de ojo hacía la esperanza que representa el Espíritu santo, cómo se sabe, representado siempre por una paloma blanca. Con una rama de olivo si se quiere acentuar su carácter pacífico.

Fuente del Santo.
Con las figuritas se entra a la ermita y se recibe la bendición del santo, procediéndose después a tomr el senderillo que nos lleva hasta el mar, justo hasta arribar a la fuente de San Andrés. En sus tres caños y si tenemos verrugas nos lavaremos las zonas afectadas y las perderemos por siempre (toma que toma, Criofarma), nos pegaremos el atracón de agua justo de los caños en los que sanidad, por algo prohibió beber, cosa que veremos que todo el mundo se pasa por el arco del triunfo y después bajaremos al mar donde, con nuestros amplísimos conocimientos de herboristeria y botanica buscaremos los "Xuncos del ben parir" unos juncos que a las preñadas le hacen el apaño para que no les duela al soltar el paquete (para que usar epidural) y la "herba namoradeira", un clavel marino en plata, que nos sirve para conquistar amoríos. Dejando de lado a meetic y e-darling subiremos el cuestón hacía la ermita y dejaremos todo ésto,hecho un ramo en el santuario, quedando saldada la deuda de pasarnos por el chabolo de San Andrés para poder entrar en los dominios del demiurgo. Ahora bien, nada se dice de cómo los lagartos sapos y culebras llevan a cabo éste rito, pues que yo sepa y nada he encontrado al respecto, nunca se ha visto, a ninguno de éstos bichos, llevar un ramo de éstos en la boca. Por si acaso, si ustedes acuden al lugar, cosa que deberían de hacer, por si acaso, no pisen ni maltraten ningún tipo de animal, insecto, batracio o reptíl por repulsivo que les parezca. No sea que esten pisando a algún difunto en pena que busca la absolución para entrar en el Reino de los Cielos y comentan doble falta, la de no entrar ustedes ni permitir que entren otros.

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