lunes, 13 de junio de 2011

Monarquia. ¿La tercera Republica?

Extraigo una interesante reflexión del blog de Sergio Calle Llorens. En ella nos enuncia lo más evidente del mundo y comparto con él sus afirmaciones en torno a nuestra querida monarquia, si no mal recuerdo la institución más valorada del Estado por los españoles. Lena y empapense de las verdades cómo templos que emanan de la afilada pluma del amigo Llorens:
Yo no soy ni monárquico ni republicano, sino todo lo contrario. Para mí, es más importante el contenido que el continente. Vaya que prefiero antes la república de Austria a la monarquía del Sátrapa marroquí. Quiero decir, que el envoltorio me trae sin cuidado mientras la libertad se señoree a gusto. Sin embargo, convencido de que no hay color entre las casa reinantes en Dinamarca y España con el patetismo de la república bolivariana de Hugo Chaves, no hago cuenta a los de la tricolor española. Por ello, pienso que la gran mayoría de ciudadanos no apoyaríamos hoy una nueva república, y menos de la mano de personas de ideología bermeja cuyo ídolo sigue siendo Fidel Castro. Parece, de cualquier forma, como si los supuestos amantes de la libertad no hubiesen tenido bastante con las dos anteriores; La primera que duró un año y miedo tuvo espacio para cuatro presidentes, tres guerras civiles, la sublevación cantonal y la guerra de los diez años de Cuba. La segunda que fue absorbida por aquellos que la consideraban como un paso hacia la dictadura del proletariado y que terminó en guerra civil Un régimen que sucumbió porque en la España de entonces no había republicanos. A pesar del buen cartel que tiene todavía la II república entre algunos, la mejor definición de aquel régimen la dio el propio Azaña: “Rodeado de imbéciles, gobierne usted si puede”. Y claro, no pudieron.

España, políticamente hablando, es un país con querencia al sectarismo que avanza por la avenida de la intransigencia y que hace esquina con la plaza del odio. Por eso, un país con esos ingredientes necesita un árbitro de la política con un silbato respetable y respetado como el que utiliza Don Juan Carlos I. Un rey sin poder, pero con la autoridad moral para buscar el consenso. Algo que sería ciertamente imposible en una república, porque una parte de los españoles vería al presidente republicano con ojos de Caín. Puede que la cosa sea diferente en dos siglos, pero no ahora. Sin embargo, el movimiento por la III república sigue intentando crecer acusando a la monarquía de ser una institución anacrónica que nos sale por un ojo de la cara a todos. Puede que tengan algo de razón, no obstante les recuerdo que para anacronismos el régimen criminal cubano. En cuanto al coste que tiene la monarquía para los españoles, decirles que la gran mayoría de repúblicas europeas salen más cara. Y ahí están los datos oficiales. Asimismo, los sindicatos y las diferentes autonomías nos cuestan un huevo de pato y otro de pavo. Por no hablar de los observatorios y embajadas autonómicas. Finalmente recordarles que mientras los políticos socialistas como Chaves, Griñán y Rubalcaba- por poner tres ejemplos recientes- viajan en aviones militares Falcon para acudir a mítines de su partido, la Reina de España, Doña Sofía, viaja con Iberia o con Ryanair cuando se trata de un asunto privado que nada tienen que ver con los intereses del reino. A eso lo llama yo ser una gran reina y una gran señora. Una mujer que ejerce de soberana junto a su rey. Una gran embajadora y una excelente profesional. Por eso entre tener como presidente de la república a un botarate como Chaves, o a un descerebrado como Cayo Lara, yo prefiero depositar mi confianza- porque se la han ganado- en la familia real española. Todo con tal de que España siga siendo la octava potencia mundial y no la decimocuarta impotencia mundial. ¿Queda claro?

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