domingo, 12 de junio de 2011

El Ocaso.

Cuando el ocaso lo embarga todo consu crepuscular luz llega el momento de predisponerse al descanso. Descanso que, habiendose estadoimbuido a todas luces en el arduo trabajo o en descansando en el sillón de enfrente de la tele se adviene a recompenasr nuestros actos diarios con el objetivo de renovar nuestras fuerzas yrestaurar nuestro equilibrio mental para así poder acometer un nuevo día con las garantias precisas de poder llevar a cabo otro nuevo ciclo vital diario, semanal y finalmente, mensual.

El ocaso se adviene a nosotros cómo si poco a poco la deceleración de nuestrocuerpo se adviniera con él. El sol marcha en su largo deambular por el cielo mientras nosotros, pobres mortales, esperamos su nueva llegada al nuevo amanecer hibernando en nuestros sueños y pesadillas. El Amanecer se vienen a nuestro organismo como gasolina vital para poder seguir tirando para adelante. Acometer nuevos retos, arrostrar las adversidades y construir o destruir en función de las capacidades de cada cual. Sentirse lleno o vacio en función de su carácter o su idiosincracia. Sea bueno o malo el ocaso es el momento en que el alma se encuentra en el punto justo para reiniciar y afrontar un nuevo ciclo solar que justifique nuestra vida y nos llene de orgullo.

Antes,cuando fumaba, el ocaso era momento apropiado para reiniciar el sistema. Ver cómo el lienzo celeste mutaba de colores pasando de los alegres y claros azules a los difuminados naranjas, los sangrantes rojos, los morados y finalmente el negro de la noche. Volutas de humo celestial que escapaba tras su roja bola de fuego solar lo mismo que el humo subía desde el cigarrallo extinguiéndose conforme avanzaba el reiniciado de un cerebro que se desgranaba en valorar los actos del día, reordenar los recuerdos del pasado o preferenciar los poryectos del futuro. Futuro al que ahora, quizás pertenece éste blog en que escribo, en el que alguna vez pensé y al que hasta ahora no he puesto el interes preciso.

El ocaso ahora es distinto. La vida avanza y el cerebor con ella. Nuestros antaño pensamientos inocentes se tornan en preocupaciones diversas, se mutan en estúpidas rencillas, vanales deudas o futiles compromisos de los que el único interés que tenemos es escapar. El ocaso de la vida avanza con cada puesta de sol. El ocaso del corazón sin embargo, avanza con cada día que no valoramos, fumando un cigarrillo de tabaco o de ilusión, cada segundo que nos queda en este mundo.


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