miércoles, 4 de mayo de 2011

Diplomacia. El Tratado Germano- Español de 1899


Cuando el Pueblo español se levantó el 1 de enero de 1899, en los albores del siglo XX, el conjuntos de Reinos Hispánicos, que no imperio, que comenzara con el Descubrimiento el doce de octubre de 1492, había dejado de existir. De la noche a la mañana, España abandonaba, quien sabe si para siempre el territorio americano y asiático.

Fueron muchas las historias, vicisitudes, batallas, celadas y pérdidas que se produjeron en aquella Guerra en la que un reino decadente se enfrentaba, con dos pelotas porque no quedaba de otra, a una nación emergente llamada a gobernar el mundo durante todo el Siglo siguiente. Al amparo del Tratado de París se quedaron muchas cosas, algunas conocidas y otras mas opacadas cómo el que hoy relato aquí y que fue el Tratado Germano- Español, por el cual liquidabamos nuestras, de verdad, últimas posesiones, las Islas Marianas y Carolinas.

Cuando Los Estados Unidos nos fulminaron la flota en la Batalla de Cavite, con la que os daré la brasa otro día, con ella se fue al fondo del mar y de la ignomínia, todas las ilusiones imperiales de nuestra nación. Cómo un collar de perlas al que se le rompe el cordel, las cuentas antillanas y las Filipinas fueron cayendo por efecto dómino hasta fulminar el recuerdo del Imperio que alguna vez tuvo España en Ultramar.

Así, tras el acuerdo firmado en la Ciudad de la Luz, Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam, pasaban de manos de aquellos que les dieron un sentido y una vida a manos de otros que no contentos con la Humillación que infringian a la Madre Patria intentaron, por todos los medios y con suerte desigual, borrar todo rastro de un país, cultura, idioma y religión que habían sentado sus reales alli durante cuatro siglos. Así pagan los sajones los favores. Sólo un siglo antes estabamos enviándoles ayuda economica y pertrecho para su Guerra de la Independencia.

Pero surgio otro problema añadido para la Corona. A la sazón ceñida por un niño que llegaría a ser Alfonso XIII de manos de su Regente, la Reina Maria Cristina. Al desprenderse de Filipinas, Manila, sede de la Capitanía General de Filipinas a la que tambien pertenecían las Islas Marianas y Carolinas, dejaba de tener responsabilidades sobre éstas, dándose el paradójico caso de que, legalmente pertenecían a España pero, en realidad, su control se tornaba imposible al ser una miriada de islotes, casi sin población ni recursos válidos para su explotación y al no tener nuestro país una flota con las que defenderlas o controlarlas (Recordemos que esa flota ya dormia el sueño de los justos en las inmediaciones de Manila, a algunos metros bajo el mar).

Los Alemanes perdieron entonces el culo por hacerse con los dos archipiélagos en cuanto supieron que España los ponía en venta. Ya antaño, en 1858 un conflicto entre un buque germano, el Iltis, intentó hacerse con el control de las islas. España tenía por entonces otros humores y no se aguantaba tanto cómo ahora nos pasa con Gibraltar. El conflicto tuvo que ser mediado por el Papa Leon XIII, que cómo ya hiciera el Papa Borgia en su día con el descubrimeinto de América, falló a favor de los intereses de España que, manteniéndose en Filipinas controló, por treinta años más los islotes de esa parte de Micronesia.

De todas maneras y puesto que ya habíamos puesto el culo con los yanquis, lo de los Alemanes debío ser algo menos doloroso. Cómo si nos dieran vaselina, vaya. Mientras los gringos nos soltaron veinte millones de dólares con los que contentarnos por la pérdida de nuestras posesiones, flota, personas y propiedades, a los Alemanes les sisamos diecisiete millones de marcos por unas islillas que estaban diseminadas por el ancho Pacífico obteniendo ademas algunas prebendas, tales como un asentamiento de carbón, la permanencia y respeto de nuestras órdenes religiosas y facilidades para el comercio de nuestros artículos en igualdad que con los germanos.

No obstante, ésta venta voluntaria, en contraposición con la ejercida a las autoridades estadounidenses tuvo sus consecuencias. Al firmar Silvela el documento compormetía el final del imperio ultramarino español, dejándonos sólo con las posesiones africanas y dando paso a lo que despues se apodó El Desastre del 98. Por el mismo España se zafó de la intervención en La Primera Guerra Mundial pues a los alemanes les guindaron las islas lo japoneses y al quedar España neutral perdió toda posibilidad de recuperación pero tambien toda imposición de participación.

Cómo curiosidad nos queda reseñar que la venta se hizo de manera bastante chapucera y que legalmente no se adjuntaron al tratado todas las islas, quedanod algunas sin controlar por los Alemanes. Esas islas siguen allí, al otro lado del mundo, siendo españolas y esperando, quizás divisar en lontanaza la bandera rojigualda.

1 comentario:

Viriato dijo...

He encontrado este artículo tuyo de casualidad y me ha parecido la mar de interesante.

Saludos.

Darle Caña a ésto: