Blog Sosegaos. Navío Santísima Trinidad. |
La Batalla del Cabo de Santa María o cómo es más conocida, La cáptura del doble convoy Inglés de 1780 fue una de las grandes vistorias de la Real Armada sobre la Royal Navy y supuso un avance cualitativo en las victorias de las tropas continentales quedando enmarcada en los movimientos circunscritos a la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos de América. Dicha batalla se llevaría a cabo gracias a los Servicios de Inteligencia españoles, unos de los mejores, por no decir el mejor, de la época. Gracias a esas informaciones, una flota combinada hispano-francesa, entre la que se encontraba la flamante Joya de la Corona, el Santísima Trinidad, único navío de línea de cuatro puentes y al mando del director general de la Real Armada, don Luís de Córdova. La flota combinada conseguiría así asestar un golpe maestro a la logística naval británica haciéndose con un doble convoy inglés que se aprestaba a prestar auxilio tanto en las guerras coloniales de la India cómo en la de América.
Cambío de Tiempo.
Eran los tiempos en que las flotas británicas comenzaban a gobnernar los mares dejando atrás dos siglos de dominio puramente español. Una importante operación en la que se infringió un golpe tal a Inglaterra que las pérdidas supusieron un verdadero desastre logístico, de tal calado y profundidad que afectó a las finanzas británicas e incluso a la bolsa londinense. Llega a compararse a la pérdida del convoy PQ17, capturado por fuerzas alemanas casi un siglo y medio despues durante la Segunda Guerra Mundial, calificando el golpe de la flota combinada cómo el más sangrante de la historia reciente del Reino Unido. Tanto la calidad de los pertrechos, municiones, armas y medicinas capturados así cómo el número de hombres y buques caídos en alta mar en las armas españolas sin apenas combate, sumado a la pérdida de más de un millón de libras esterlinas en lingotes y monedas de oro, certifican que es una de las mayores aprensiones efectudas en tiempo de guerra y que afectaría fuertemente a los futuros del parquét londinense, con los que se mantenía el esfuerzo bélico.
Corría el año mil setecientos ochenta e Inglaterra, potencia emergente, se enfrentaba, no obstante a la más difícil tesitura de su Historia al verse inmersa en la defensa de varios frentes. Por un lado se erguían los rebeldes de las trece colonias, gérmen de los hoy Estados Unidos que se veían apoyados por España y Francia con episodios memorables cómo los producidos por la mano de Gálvez. Por otro lado se encontraba la durísima guerra que los casacas rojas libraban a sangre y fuego en la India, de tintes puramente colonialistas y mercantiles y que terminaría convirtiendose en el Diamante del Imperio. La situación se agravaría finalmente con la declaración frontal de Guerra por parte de las Potencias Continentales que supondría el apoyo firme a las intenciones secesionistas de los colonos americanos. Eran los tiempos en que la hegemonía colonial española tenía que empezar a dejar paso a la moderna marina de guerra británica, si bien, como se suele decir, los nuestros estaban resueltos a morir matando cómo se vería en el cúlmen de Trafalgar.
Suministros a tutiplén.
Ya en verano de mil setecientos setenta y nueve, los españoles, con sus nuevos amiguitos los gabachuás, merced a los Pactos de Familia, hacían perrerías a los ingleses poniéndoselos de corbata por el Canal de la Mancha. Así fue cómo en uu mano a mano entre Luis Guillouet, conde de Orvilliers y almirante de la Grande Armee y Luís de Córdova, español con muchos días en el mar y mayores gozos en el combate, apresarían al HMS Ardent tras hacer de las suyas costa arriba y costa abajo. Nunca tuvimos tan cerca el poder resarcirnos de Gibraltar en tierras británicas. Finalmente la indecisión y la impericia que Villanueve demostró en Trafalgar haciendo que los británicos se ventilaran toda nuestra tropa, fue lo que hizo que el de Orvilliers se quedara viéndolas venir sin decidirse a ordenar el desembarco. Y eso que Inglaterra estaba sin preparación, apenas sin tropas para repeler el ataque, con la población constera huyendo hacía el interior y la bolsa en suspensión preventiva al tener el comercio naval en suspenso.
Y es que asociarse con gabachos inútiles trae estos trances. Allá donde un gabacho ha ostentado el mando supremo de una flota combinada, la parte española es la que peor parte se ha llevado. Así pasó en aquella ocasión. Es grueso del Ejército Inglés combatiendo en ultramar hacían especialmente apetecible y sencilla la toma de Inglaterra y su rendición definitiva. Lo que se dice tenerlo a huevo. La indecisión del gabacho sólo logró que, en lo sucesivo, la obsesión británica fuera la protección de la Isla con el mismo ahínco con el que combatían en el extranjero. La suerte estaba echada en el momento en que surge una epidemia en sus buques que, por el contacto con los españoles, terminaría extendiéndose a toda la flota hasta que finalmente hubieron de recalar en Brest. Es por ello que el plan en el Convoy interceptado en mil setecientos ochenta, contemplaba una escolta militar a un enorme grupo de transportes que tras dividirse en dos en algún punto del Atlántico deberían continuar trayecto lo más alejados de las rutas y costas regulares españolas mientras la escolta militar retornaba de inmediato al Canal.
El Veranito español.
Así, durante la canícula de mil setecientos ochenta, partió de la localidad de Porstmouth un doble convoy compuesto por cincuenta y cinco mercantes, atestados de tropas, armamento y munición, medicinas, alimentos, pertrecho, herramienta y valijas con fondos para los dos frentes en acometida del ejército británico, América e India. El convoy, pesado y lento, debería progresar, con la escolta de la Royal Navy hasta un punto concreto en el Atlántico norte. Dicho punto, entre Azores y el Canal de la Mancha sería la división del convoy, dirigiéndose una parte a América, para apoyar los combates contra los independentistas de las Trece Colonias y la otra parte para apoyar las tropas coloniales que luchaban por incorporar la India al Imperio. El almirantazgo británico, ante la acometida hispano-francesa de mil setecientos setenta y nueve, temía una vuelta a las andadas de los españoles y ordenó que una vez superado Finisterre, la escolta retornara a defender Calais mientras el Convoy continuaba camino.
Bibliografía
- La revista militar:periódico de arte, ciencia y literatura militar, Volumen 8 1851
- web Todo a Babor
- wikipedia.org
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8 comentarios:
Muy importante suceso naval que desconocía. Y satisfacción al saber que esta vez les dimos la del mono a los rubios soberbios esos.
Buen relato.
Una extraordinaria lección de historia.
Estas cosas pasan desapercibidas, gracias a eso que se llama la Loges. La historia de España ha sido transformada a gusto de la izquierda.
Con éste tipo de post, se consigue que el personal se vaya enterando de la verdad.
Vaya, tampoco conocía este hecho de armas. Me alegro que por esta vez le diéramos para el pelo a la Pérfida Albión, je, je.
Javier, y no sería un hecho aislado. Fueron cientos de veces las que los españoles dejamos el pabellón bien alto o lo entregamos lleno de sangre y cuando no quedaba más carne que asar. Espero poder dedicar muchos artículos a la mayor gloria de España.
MAMUMA, es una pequeña porción de esa gran historia que tenemos en patrimonio y que, en muchos casos ignoramos u olvidamos...
DORAMAS, por mí que no quede, me apasiona la Historia y si con mís artículos consigo abrir los ojos a alguien, beinvenido sea. No creas que no satisface ver cómo se van sacando de error a muchas personas a las que el Sistema había intentado lobotomizar.
Yo tambien suelo leer nuestros gloriosos hecho de armas y me siento orgullosos de las grandes hazañas realizas hace muchos años por desgracia, claro comparas que estos mezquinos gobernantes actuales y se me cae la cara de verguenza.
Es normal que a los españoles de medio pelo que son legiones, no se le llene la boca cuando oyen la palabra ¡España! o oyen nuestro Himno Nacional o ven hizar la Bandera española.
Menuda mediocridad amigo.
Un fuerte abrazo
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