http://www.mexicodesconocido.com.mx. Bandera del Ejército Trigarante. |
La Independencia de México no fue un caminito de rosas. Por mucho que pueda parecerlo, desde el Grito de Dolores, acaecido en Dolores Hidalgo, cuna de la Independencia Nacional por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el dieciseís de septiembre de mil ochocientos diez, y la entrada del Ejército Trigarante en ciudad de méxico el veintisiete de Septiembre de mil ochocientos veintitrés, trascurrió más de una década de desgaste donde el pueblo naciente, se emancipaba de una España vieja, carcomida por el absolutismo y desgastada por una Guerra contra el invasor francés que podría haber culminado bien sino fuera por que El Indeseable Fernando VII se pasó por el forro el último cartucho para mantener a los Reinos de Ultramar en el seno de la madre España que suponía la constitución de mil ochocientos doce, "la Pepa". Así, el artífice de que la Nueva España adoptara de nuevo su antiguo nombre, Mexico, terminaría por liquidar el Imperio, a excepción de las Antillas y Filipinas en menos de veinte años.
Primeros movimientos.
Los movimientos de tropas mexicanas no fueron regulares a lo largo de todo el periodo de guerra colonial. De hecho, desde el fusilamiento por parte de Tropas realistas de José María Morelos, a la sazón sacerdote y líder insurgente en en cuatrienio de mil ochocientos once a mil ochocientos quince y sucesor de Hidalgo, acaecido el veintidos de diciembre de éste último año, las tropas insurgentes, en una serie de actos de guerra de guerrilla se dispersaron por todas partes del Virreinato carácterizándose ésta primera fase de la Independencia por las luchas intestinas entre las que se carácterizaban la de dos contendientes de la Corona del peso de Guadalupe Victoria en la Sierra de Veracruz y Vicente Guerrero que hacía lo propio en la Sierra Madre del Sur. Para suavizar un poco el tema e intentar reconducir la situación hacía los intereses españoles, Juan Ruiz de Apodaca, flamante capitán general de Cuba en sustitución de Feliz María Calleja que cesaría cómo último Virrey en mil ochocientos dieciseís, instauró una suerte de Indulto.
Ésta política, implementada de manera totalmente distinta a la de sus antecesores permitiría perdonar a algunos líderes insurgentes cómo Nícolas Bravo e Ignacio López Rayón. Otros, cómo Pedro Moreno, Guerrero, Andrés Quintana Roo o Leona Vicario, simplemente se pasaron la norma por el forro y siguieron escondidos y malviviendo de emboscada en emboscada por las serranías novohispanas. Gracias a ésta medida, Nueva España vivió relativamente tranquila hasta finales de mil ochocientos diecinueve. No obstante, la época posterior a la Guerra de la Independencia se carácterizó en España por los pronunciamientos militares y quizás uno de los más conocidos fue el del coronel Rafael de Riego. Corría el uno de enero de mil ochocientos veinte y el ejército se levantaba en contra del Rey Fernando VII al que se le exigía abandonar el Absolutismo y jurar la Constitución de Cádiz. Del mismo modo Apodaca cómo máximo representante del Rey haría lo propio en Mexico el treinta y uno de Mayo provocando protestas promovidas por los grupos de poder.
Una nueva era...
Cómo casi todo en la Emancipación Iberoaméricana, fueron los grupos de poder compuestos por el clero, los éjercitos y los terratenientes a raiz de la nueva proclamación de la Constitución de Cádiz que dejaba la soberanía en el Pueblo los que impulsaron en gran medida la Independencia por temor a la pérdida de privilegios. La noticia, que llegó por sorpresa supuso que los criollos a cuyo fente se situó el inquisidor general Matías de Monteagudo y por el mismo Apodaca consintieron en reunirse en la Iglesia de la Profesa para conspirar y separar la Nueva España de la Metrópoli. No tardó mucho Guerrero en recibir la noticia y perder el culo para reunirse con el coronel realista Jose Gabriel de Armijo, que decidiría mantenerse fiel al Gobierno de España. Aún así Guerrero intentó persuadirle a través del coronel Carlos Moya mediante una misiva en tal sentido de unirse para lograr la independencia fechada el diecisiete de Agosto.
Armijo renunciaría por presiones de Apodaca que ya ejercía de traidor a tiempo completo el nueve de noviembre, siendo trasladado a Sevilla. Así, las operaciones en el sur del País quedarían a cargo de Itúrbide, nombrado por consejo de Monteagudo y enviado al sur para pacificar un frente que en todo momento se había mantenido estable y sin dar demasiados quebraderos de cabeza. Así, en una sucesión de dobles juegos, Iturbide partío hacía las cuevas de la sierra de Veracruz con unos doce mil pesos de oro para imprevistos y la orden de establecer su cuartel general en Teloloapan. Todo para intentar echarle el guante a Guadalupe Victoria. Iturbide comenzó a dar los pasos precisos con el objetivo de desmantelar las fuerzas insurgentes. Sus primeros combates, en el lado realista presuntamente, fueron desastrosos, aposentándose en la derrota en cada confrontación armada. No podría vencer nunca a Guerrero en su terreno, la cordillera sureña.
Se consuma la traición.
Comprendería en ese momento que la Independencia sólo se podría lograr si los insurgentes se unián a las Tropas realistas, lo cual era en todo ello una misma contradición, pues las segundas combatían precisamente para evitar que las primeras obtuvieran la emancipación. Y es que Iturbide, el futuro Agustín I, ya apuntaba maneras. Sería en ese instante, tras la derrota infligida a las troaps realistas a cuyo frente se encontraba en Cóporo cuando varió la estrategia dirigiéndose a Guerrero para solicitarle encarecidamente que se retirara de la lucha, prometiéndole el indulto y el respeto de su cargo militar en la fecha de la rendición. Aquel se negaría en redondo aún cuando Apodaca le envió a su propio padre con el objetivo de conseguir su rendición, proclamando aquel su más famosa frase, "La patria es Primero". Obviamente, en aquel momento la patria era España, por lo que el hecho crea bastante confusión al tratarse de insurgentes. En respuesta a esas intentonas, Guerrero volvió a vencer a Iturbide en enero de mil ochocientos veintiuno.
Bibliografía
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- Zárate, Julio (1889). MÉXICO A TRAVÉS DE LOS SIGLOS. Ciudad de México: Editorial Cumbre.
- Wikipedia.org.
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