Hay un dicho en mi tierra que relaciona la sopa con el número de tazas a tomar. Por la misma regla de tres del sino quieres sopa tóma dos tazas, el campo andaluz se desangra cuanta más cosecha genera. Sino lo entienden, tranquilos, que yo se lo explico. No es cosa de misterio, pues por ejemplo, en lo que yo me muevo y me conozco que es el negocio del Olivar, que no es negocio sino más bien una maldición egípcia, a más producción más ruina para los productores que han visto caer su beneficio en los últimos diez años en un cincuenta por ciento. Al mismo tiempo, entre modernización de cooperativas, motorización, mejora de riego y uso de productos fitosanitarios, abonos y milquinientas, los gastos se han duplicado en la misma proporción. Así que ahora tenemos un pedazo de campo todo potente. Lleno de olivos en plena producción que generan, refiriéndome a Jaén pero siendo extrapolable a todos lados, muchísimo más aceite que hace diez años pero a mucho menor precio.
Oferta y Demanda.
Ésta que cito es la primera causa que a cualquiera que se tercie le vendrá a la cabeza para justificar que el precio del aceite de oliva virgen no suba de precio. Si hay más aceite, a misma demanda, el precio baja. Lo que pasa es que la demanda se ha incrementado, pero el precio a bajado, con lo que la teoria de la Oferta y Demanda patina, viniendo a la mente de los afectados un nuevo, infernal y estremecedor término, Grandes Superficies. Así es, esa es la nueva explicación que las inoperantes, corruptas y estúpidas directivas de las cooperativas olivareras dan para justificar sus bajadas de pantalones y pérdida constante en el precio de un aceite que, paradójicamente gana valor en todos los términos, calidad, sabor y apreciación mientras se rebaja su valor pecuniario. ¿Por qué? Porque las Grandes Empresas agroalimentarias de venta al público utilizan cómo gancho el aceite de oliva, lo venden a pérdida sobre su valor real de mercado y lo hacen no porque sean estúpidos y le pierdan dinero, sino porque las cooperativas se lo dejan tirado de precio.
Ésto genera que el aceite de oliva, digo aceite, repito, por ser lo que conozco, pero se aplica igual a cualquier cosa que se produzca, ya sean pepinos, tomates o trigo, vaya cada vez cayendo más de precio. Esa hecatombe para el productor que ve, además que la subvención europea cae el día menos pensado, sólo encuentra explicación en que las Grandes Superficies les están tangando, cuando en verdad es la cooperativa a la que lleva la aceituna la que no mira por sus intereses. Es la máxima expresión del cainismo español. Es cómo mejor podemos expresar éste fenomeno en el cual metemos el dedo en el ojo a nuestro vecino precisamente por eso, por ser nuestro vecino. La marca en custión sólo tiene que ir a una cooperativa y ver que precio le ponen. Después se va a la competencia y consigue que le rebajen el precio, e incluso sino le conviene va a una tercera. Así hasta la extenuación. En el momento que una entra en el juego y les aseguro que no es dificil que lo haga, todas las demás van detrás.
Tontos necesarios.
Así luego vemos los pitotes que montan los agricultores. Que si me hago una tractorada, que si tiro la mitad de la cosecha en la puerta del supermercado en cuestión, que si la Administración no vela por nuestros intereses. Toda una sinrazón que sólo tiene una solución que, desde luego no pasa por el intervencionismo estatal. Eso que tan mal veíamos cuando se vendía el producto según precio y margen fijado por el Estado y que tan bien se celebró al liberalizarse. Luego hemos visto que la oferta y demanda es un juego en el que se puede ganar o perder y que la diferencia entre hacer una cosa u otra consiste en la formación y pericia de quien esté al frente. Eso es otro handicap, pues a la cabeza de las cooperativas siempre están los mismos, los que más olivo tienen y por ello pueden comprar las voluntades necesarias para perpetuarse en un cargo del que se sacan sus buenos réditos mientras el mercado sigue descojonándose de ellos cómo nuevos riquillos y de todos los pardillos a los que representan.
Con lo facil que sería unir voluntades, asociar cooperativas y con ello conseguir pactar un precio con la fuerza que ejercen varios miles de socios, eso queda para otras cosas. Una cooperativa del copón, con denominación de origén no puede ni debe fusionarse con ninguna otra. Que nuestro producto es mejor que el que hacen aquellos otros o que imponemos la recolección ecológica al dios sepa cómo recogen el fruto aquellos de más para allá. Así, año tras año, cientos de miles de cisternas se agolpan en las puertas de las cooperativas para retirar el fruto a precios irrisorios mientras en los despachos las Grandes Supèrficies despedazan a las cooperativas que, por querer ir por libre, sólo saben perder, pedir el almacenamiento privado por parte de la Unión Europea (hemos perdido soberanía hasta en eso) y seguir reclamando a la administración que les saque las castañas del fuego obviando, una y mil veces que más vale Maña que Fuerza y que la Unión hace la fuerza.
Divide y vencerás.
Ignoro si en el resto del país las cosas serán así, pero la máxima aquí se cumple a rajatabla. En la capital mundial del aceite de oliva, uno de los zumos vegetales más apreciados, de mejores condiciones y propietarias, los productores hayánse en perpetuo pie de guerra ante una situación sin solución que ellos mismos han creado y que no tiene más lógica que la de la oferta y la demanda que debe de ser controlada desde una posición de fuerza. Cosa que no parece que vaya a suceder a corto plazo y que los prohombres que dirigen los destinos del olivar y todo lo que ello conlleva no saben remediar. Por otro lado las Grandes Superficies siguen con el acoso y derribo al olivar andaluz mientras los marroquies y demás paises productores van ganando fuerza en la producción y cosechado, llegando a obtener zumos de igual calidad pero que sabrán comercializar mucho mejor que una caterva retrógada de hombres del campo que, al menos en Jaén no parecen haberse enterado de que estamos en el siglo XXi.
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