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Portón.
Toca
abrir. Toca llamar. hermano mayor tocado de capirote, caperuz, cíngulo y
túnica. Dorada medalla y bastón de alpaca. Orfebrería sacra que porta
el dignatario y con la que golpea las enormes puertas de la Iglesia.
Silencio e incertidumbre. El día se va entre humaredas de tabaco que
aquellos que debaten cual paso, que banda o que túnica está más
conseguida en ese periodo místico que es la Semana Santa. Silencio en el
chirriar. Fuertes sonidos de cerrojos descorriéndose. Goznes oxidados
que anclados en el tiempo hacen girar sobre ellos las pesadas hojas de
un portón de siglos que, un año más, dejará salír la pasión esperando
pacientemente a que ésta vuelva unas horas después. Voces calladas.
Capataz que con voz ora imperante, ora amorosa impele a sus hombres a
adaptarse a la trabajadera. Cuerpos que se alzan colocando su cervix
bajo el pesado travesaño. Paso enorme que calza la buena cincuentena de
devotos que hacen crujir la madera colocando el píe derecho en posición
de avance.
Segundo
capataz que transmiten a pateros, costeros, gúias y contraguías las
órdenes oportunas que sacaran el imponente misterio a la calle, donde el
pueblo espera al Mesías en su puntual cita, un año más. Llamador que
representa un ángel dorado que sujeta los atributos de la pasión. "¡A
esta es!" Inconfudible llamado para certificar el entendimiento de la
ordén. Dos toques del llamador la precedieron. Inflamados recuerdos y
dedicatorias de la levantá, la marcaron. Ahora llega la hora de la
verdad. Hora de mostrar que ensayos, devoción, entrenamiento y pasión
son, en manos del equipo humano que palpita cómo un sólo hombre, da sus
frutos en la estación de penitencia. Paso que se levanta con vigor,
alzándose al suelo para caer, cómo plomo liviano, sobre los cuellos de
los principales protagonistas, los costaleros los hermanos. Siseo mínimo
de esparto rozando el suelo. Alpargatas de devoción que acarician el
suelo cómo no queriendo hacer ruido, cómo mostrando respeto por la
imagínería que portan y que es devocionario de todo el barrio.
Apunte.
Ya
se ha perdido la Cruz de Guía por la calle abajo. Faroles, estandarte,
guión, ciriales y bocinas. Cada uno con su tramo de penitentes con velas
encendidas avanzaron en silencio en busca de la Tribuna. Sólo queda por
salir el barco. El enorme paso que con no menos cuidado, sale de la
iglesia intentando no arañar la vieja piedra que forma la compuerta. El
portón es justo más suprema la pericia del capataz. Capaz de guiar a
ciegas a esos hombres que en silencio sacan el Misterio a su pueblo, a
su ciudad. Tililan las llamas de los múltiples guardabrisas que al
Compás de la Laguna, de fe y de esperanza espera, en todo el ámbito y
cómo un año más que el templo regurgite aquel inmeso bastión esculpido
de la Pasión de Cristo. Centimetros angustiosos para terminar de salir.
De dar al pueblo lo que busca. De someterse al desfile de sentimientos,
saetas, marchas y silencio. Centimentros que marcan, el final de un
trabajo que durando todo el año volverá a dar comienzo cuando el paso
vuelva a su templo.
Apunte
de corneta. Alargado y majestuoso, nada vacilante y sin duda ostentoso.
Apunte primario de la Marcha Real que, una vez fuera el trono debe de
marcar la marcha que acompañará, cómo sentido homenaje y no menos
importante presentación, los honores de los que Jesus el Cristo se hace
merecedor. Apunte ahogado en un golpe de tambor, que hace emanar de cien
voces de metal, la marcha primordial que da inicio y esplendor al largo
transitar de la procesión. Marcha Real, antiguo himno de España que sin
embargo de la noche de los tiempos emana para dar buena compaña a ese
enfervorecido observar de la anual salida. Tonos musicales breves y
profundos que dan la acometida al inicio de desfile en que el capataz va
a dejar que el paso fluya entre el mar de personas que lo vienen a
contemplar. Tambores y caja, cornetas y fliscornos que elevan al cielo
sus notas, entremezcladas de incienso, entre tímidas velas que se
doblegan ante la majestuosa Luna de Parasceve que alumbra la salida. Ya
la tarde se ha ido y la noche se cierne, cómo el pesar de la
cricifixión.
Pasión.
Golpe
de caja fuerte y domiante. Centra la Marcha Real en suy culminación
para dar paso a la marcha que debe de ayudar, pasito corto, pasito
alante, al paso a vanzar. sólo unos metros, pavoneándose de esa pericia
que dan los años. Paso pesado y largo que durante un año, durante muchos
años, duerme el sueño que le impele a despertar sólo en aquella ocasión
en que debe de portar al Creador. Ya la procesión se va alejando, del
mismo modo el Palio, guardando a la madre de Dios, tras el paso de
Cristo el espectáculo repitiño y con su marcha en pos de notas de banda,
se va alejando, con el corazón en vilo, detrás de su hijo. Pasos
legítimos de la devoción, exposición anual de la religiosidad popular
que va buscando entrecalles nuevos puestos desde donde avistar, el paso
de la procesión. Ciudad que se vuelca en esa experiencia. Que denota la
sapiencia de saber valorar el enorme patrimonio artísitico y espiritual
que guarda tal muestra de piedad. Y asíel templo queda vacio y emplazado
a esperar mientras la solitaria luz de una vela, aguarda, de Cristo, el
retornar.
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4 comentarios:
Que bien describes!!, felicidades.
Ya tenemos ahí la Semana Santa y esperemos que mejore el tiempo para que las procesiones, que tan bien describes, puedan llevarse a cabo con todo el essplendor
Buscando, un halago que tomo por bueno buenísimo, gracias.
Jose Luís, espero que sí, tengo planeado echar el Jueves Santo en Málaga y no me gustaría que se me chamuscara por el agua la visión de la cofradía de Mena.
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