Inteligencia.

¿Qué mejor imagen para ilustrar nuestras carencias humanas?

Dicen que el ser humano es el animal inteligente y dominante por excelencia que puebla el Planeta Tierra. Yo, viendo lo visto, estoy empezando a dudarlo de manera seria. No poblamos un planeta, lo parasitamos. Y un parásito severo llo que hace es aprovecharse de su huesped hasta que, o bien éste se libra de él o sucumbe por la acción del parásito. En nuestro caso, mitad y mitad, pues la Naturaleza es sabia y sabe que sómos un parásito de los gordos, de los que no merecen clemencia y que deben de ser exterminados antes que tarde. Sirva para ésto el ilustrativo ejemplo de las colonias bacterianas del Río Tinto, compuestas de extremófilos cuyo soporte vital son los metales pesados del curso fluvial en cuestión. ¿Casualidad? No lo estimo así, mas bien pruebas de la Naturaleza que va incrementando las amenazas de su mano para avisarnos quem entre huracanes, terremotos y volcanes, ya hemos pasado la fecha de caducidad.

Armas por libros.

Tenemos por los campos de España, y a tal efecto denominaré nuestros institutos pues más parecen contener animales que personas, cientos de miles de aspirantes a gañanazos de la siniestra que ahora ven el campo abonado para salir a dar la tabarra por las calles de nuestras ciudades. Las motivaciones no son nada claras y están protagonizadas por un borreguismo cerril tras el cual, facilmente, se vislumbra la mano zurda de las cloacas hediondas en las que se mueven aquellos que no aceptan el dictamen de las urnas y que pretenden. una vez haberlo hecho todo escombro, impedir que nadie sanee, desescombre y comience a reconstruir tirando piedras a los obreros encargados de tal menester. Es la carencia de inteligencia a la que me refería al principio y que está por todos lados. De hecho en el medio rural es más facil que cualquier paleto de medio pelo aprenda antes a usar una escopeta que firmar con decencia cualquier documento.

Es curioso que España se encuentre en los primeros puestos económicos mundiales, que seamos una potencia económica a pesar de andar cuesta abajo con la cabeza por delante y sin casco y que tengamos las cuotas e índices de fracaso escolar más grande de la OCDE. Para mi es normal y sólo es un síntoma de que volvemos a nuestro estatus que anterior al descubrimiento de que ladrillo sobre ladrillo cualquiera podía ser rico. Ahora nuestra falta de inteligencia, nuestra indigencia mental, carácterizada en esos cachorros de sepa Díos que animal subdesarrollado ha parido y que se dedican a apalear polícias momificados por el buenismo del desgobierno, nos retorna a aquella época en que una tormenta con rayos era un cabreo contumaz de la deidad del momento enfurruñada por nuestra falta de fé o, el éste caso y viendo el trapicheismo congénito español, por la falta de pago del diezmo a los nuevos gurós de Ru-Gal-Kaaba.

Invadidos por nuestra Idocia.

No veo yo a esos jóvenes hacer nada más util que darle trabajo a cristaleros, funcionarios de la limpieza y personal sanitario. Manifestaciones brutales que las semanas precedentes a éste texto y siguientes a la aprobación de una Reforma Laboral tan polémica cómo necesaria, que no ha sentado bien a nadie y a todos nos va a joder por igual por nuestra desidia a la hora de crecer en inteligencia en lugar de imbecilidad congénita, derrochadora y vividora sobre nuestras posibilidades, han dejado claro que la pérdida del poder no sienta bien. Que la gestión del Estado sólo es patrimonio de una ideología con más de cien millones de muertos a las espaldas. Que están autorizados a hacer carbón toda estructura social, económica y administrativa pero no a subsaner el daño causado ni permitir que otros lo hagan. Son cómo el perro del hortelano, que ni comía ni dejaba comer y del perro y una flauta los artífices de la Debacle Valenciana.

Ausencia total de inteligencia es lo que nos embarga. Sómos incapaces de llevarnos bien con nuestro vecino y además continuamos inmersos en el guerracivilismo del cual emana una serie de aspecto ideológicos tan fútiles cómo letales para cualquier estructura que persiga la convivencia pacífica y colaborativa. Mientras todo eso sucede, sómos incapaces, por si lo anterior fuera poco, de establecer una realidad judicial que devuelva a la normalidad a nuestro sistema social. Carecemos totalmente de unas normas punitivas que dejen claro que el que la hace la paga. En cambio, en nuestro caso, el que la hace se va de rositas, crecido y con ganas de hacerla aún más grande, mientras todos los demás nos dedicamos a pagar sus excesos y aplaudir con las orejas las acciones de esos grupos tan dañinos cómo poco mal vistos por una sociedad enferma que no sabe ni que quiere, ni cómo lo quiere. Sómos carne de vaselina y en gran cantidad.

Más duro, más adentro.

Compruebo, sin sorpresa, pues a esta altura quien se sorprenda de lo que sucede en la Madre Patria o es recién llegado o totalmente inadaptado, crédulo de politicastros o sectario en potencia, que nada tiene visos de cambiar en España. En el Japón de después de la Segunda Guerra Mundial, una lealtad y conciencia nacional por encima de cualquier atisbo individualista llevó al Imperio del Sol Naciente a ser una de las primeras potencias mundiales llegando incluso a ensombrecer la estela de Yanquilandia. Aquí, amparados en que ya tuvimos redaños para llevar a cabo una Transición ejemplar, nos damos por contentos y no vemos que pasamos de la dictadura a la democradura sin solventar los problemas de base, carencia de patriotismo, cultura, incapacidad de crecimiento industrial, victimismo periférico encastrado y falta total de dignidad porque no supimos o quisimos , vaya usted a saber, darle boleto a Cara Garbanzo, mientras la tricolor nos recuerda que tenemos un capitulo sin cerrar con forma de herida profunda. Sigamos cayendo, el fondo aún está lejos.

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