viernes, 11 de noviembre de 2011

La Habana y Cádiz, dos hermanas en la Mar.

Hace muchísimos años estuve en Cádiz. Para un Salón de estudiantes. Para ver que hacía con mi vida. No debí hacerle mucho caso por que mi vida al final han sido muebles y artículos varios en blog, un libro a medio terminar y muchísimos amigos, gracias a Dios, que me leen, comentan y recuerdan la razón por la que cada día debo seguir aporreando teclas.  El caso es que sí no le hice mucho caso fue porque el Salón en cuestión estaba en la Zona Franca y eso, hablando en plata, estaba donde el Señor perdió las sandalias. Vamos, que para una vez que viajaba a la Tacita de Plata, no iba a perder el tiempo en ver stands de Universidades a las que no iba a poder aspirar, de las que nada me interesaba y que no me decían nada. Y así me ha ido. Fuera de leches, creo que fue la mejor decisión de mi vida. Irme a ver Cádiz. A ver la capital de Tartessos. A conocer la ciudad que, por aquellos tiempos no lo sabía, tenía una hermana a la que echaba de menos con toda su alma de andaluza y española.

Andando hacía el oeste.

Así comencé a interesarme por nuestra historia, pues cada punto, cada calle de la ciudad que resistió al francés, que recibió a los buques que procedían de América me iba enseñando, pasito a pasito que no sólo era una ciduad limitada por San Fernando al Sur y por el mar en el resto del contorno. Me enseñó que Cádiz era la raigambre de España, la verdadera ciudad eterne, mucho más que Roma, más deseada que cualquier otra capital y por supuesto más enamorada del Mar que cualquier otra ciudad de la costa. Una ciudad impregnada del olor del salitre, de los humores de la Historia y de la tristeza melancólica de lo que pudo ser y ya no es. De los fantasmas del pasado que aún permiten discernir entre las nubes el arribo o la partida de algún Galeón estancado en la memoria que con su fantasmal carga y sus tripulantes en la memoria aún siguen haciendo la Carrera de Indias.

Cádiz. Una ciudad mágica y cercana a un tiempo. Una ciudad tan antigua cómo el hombre y tan novísima cómo cada cual la quiera comprender. Una ciudad que mira al mar con la esperanza de ver a su hermana perdida. Y lo hace triste aunque pretenda ocultarlo con su gracia carnavalesca. Lo hace decidida aunque quiera hacerse la sensible con su semana de Pasión. Lo hace desde la Caleta donde cada día ve ponerse el sol mientras su hermana, La Habana, lo ve nacer. Una historia de amor que nacío y creció y por supuesto nunca murió. Una historia llena de avatares que, sin embargo no puede empañar un pasado glorioso en el que Cádiz era la salida del Viejo Continente y La Habana la entrada al Nuevo Mundo.

Hermanas de Sangre.

Cuando La Habana nació Cádiz ya era vieja. Todas las civilizaciones del mundo clásico la habían conocido y deseado. La habían mimado y engrandecido con su cultura y Cádiz estaba enfervorecida por ser esa pequeña ciudad que fructificó de manera incompresible en una estrecha lengua terrosa de la noble España de Puertas de Tierra para adentro. Una pequeña ciudad en los confines del mundo que estuvo llamada a ser la mas Grande y se quedó con la modestia de ser la pequeña de España. Lo hizo con la única grandeza de saber que en el otro lado de ese enorme mar que plateado y salvaje la golpeaba desde poniente, su hermana la amaba y recordaba.

La Habana era una ciudad joven, juguetona, ávida de amor por su hermana pero a la que no conocía más que por el arribo de innumerables buques que bajo el pabellón de la madre España llegaban cargados de ilusiones, bienes y noticias sobre la vieja Europa a bordo de sus sentinas y pantoques. Soñaba, al igual que su hermana continental, con conocerla un día. Cádiz, a la luz de los farolillos que los gaditanos prendían de la torres y terrazas miraba, cómo mira ahora y mirará siempre a la Mar Océana. Mirando al amplio Atlántico ansiando la llegada de los Galeones que cargados de tesoros y soldados, de potentados y noticias de América tambien le atraian buenas o malas nuevas sobre su joven hermana en la bella isla de Cuba.

Sentimiento de Ultramar.

Cádiz es La Habana. La Habana es Cádiz. La más bella bahía la cobija arropandola desde la Isla del León hasta el Castillo de Santa Catalina cómo a Cuba la corteja el Malecón y el Castillo del Morro, cómo fiel réplica de ambos mundos en el recordar de un tiempo que acabó. España dejó Cuba con tristeza, cómo si al padre le quitan a su hijo pero Cádiz siguió ahí. Fiel, cómo siempre ha sido al recuerdo de la, no por reiterativa, Real y Fidelísima Cuba allende los mares. Cádiz estaba triste pero ahora, con tanta gente apoyándola en su sueño de volver a saber de su hermana se yergue sobre sus antiquísimos peñascos con la esperanza de compartir vida, enseñas y habaneras con su hermana menor, La Habana.

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8 comentarios:

Rafa Hernández dijo...

Hola Peinado conozco la mayoría de las capitales de España, pero en Cádiz no he estado: Será cuestión de visitarla. La provincia si que la he visitado, como Jerez de la Frontera y varios pueblos más, pero la "Tacita de Plata" no la conozco. Saludos amigo.

Anónimo dijo...

No conozco la Habana, ya me gustaría. Pero Cádiz sí, serví en el grupo sam de La Línea de la Concepción y siempre que podía me escapaba a Cádiz. No hace falta que te diga más Cs, con 19 años y en la mili. Jajaj las que liábamos, siempre me acababa perdiendo y no encontraba la ruta de vuelta a la pensión. Me di cuenta que si algún día me quería perder del todo, seria en Cádiz, eso seguro.
Saluditos.

Wittmann dijo...

Buenas C S Peinado.

Muy buena entrada, tan cargada de buenas palabras como de sentimientos y mucha verdad. Y es que viendo los vínculos que sólo la distancia parece difuminar, Cádiz en particular y España en general han de considerarse Madres de las tierras cubanas donde el don de gentes de los habitantes todavía hoy recuerda al carácter español. Y es que hay cosas que no pueden cambiar ni los apenas 100 años transcurridos desde que nos separaron a españoles y cubanos.

Por lo demás he de decir que, si en alguna medida hay que valorar la decisión de distanciarse del academicismo universitario por tu parte es en lo cualitativo de este blog. Visto lo cual creo poder decir que la decisión mereció la pena.

Un saludo.

Viriato dijo...

Dos cosas:

1º ¿Estás escribiendo un libro? ¿de qué?

2º ?La capital de Tartessos no estaba por Sevilla?

El resto, como siembre.

Unknown dijo...

Pues anímate Rafa, pues Cádiz tiene ese "algo" que se consigue sólo en aquellos lugares intemporales. Cuando cruzas la Puerta de Tierra entras en una ciudad que no sabes a ciencia cierta si está ennuestro tiempo o en aquellos tiempos en los que desde las terrazas se avistaba el horizonte en espera de las mercaderías y Galeones del viejo mundo.

Disfrutara seguro.

Unknown dijo...

Es lo que tiene la capital de la Bahía, que nunca te pierdes lo suficiente y cundo lo haces te ds cuenta que navegas entre miles de recuerdos, fantasmas e historias de una España que ya no es y que ligó, mediante el Atlántico dos riberas del mismo sentir.

Algo así, Zorrete, cómo Cádiz y Puerto Real.

Unknown dijo...

Wittmann, yo siempre he considerado, pues la historía de España siempre me ha atraido que Cuba no es una colonia en las Américas, sino una extensión de la propia España. Junto con Puertoo Rico, las Antillas serían el equivalente a las Islas Canarias pero un poco más lejos. Serían, por así decirlo, una proyeccion territorial y cultural de lo nacido en Cádiz.

Es un sentir extraño pero que comparte mucha gente que no entendería, por ejemplo, una Cuba Inglesa lo mísmo que no se entendería una Jamaica Española. Para mi Cuba es eso, una comunidad más que por desgracia consiguió lo que Cataluña no logró en el treinta y cuatro.

Unknown dijo...

Bueno Viriato, es pretencioso decir que se escribe un libro pero sí, en ello ando desde hace unmontón de años, el resultado se verá en éste blog si algún día tengo lso suficientes redaños cómo para acabarlo.

Por otro lado Tartessos se localizaba, cómo reino en toda la parte occidental de Andalucía, pero su capital, con más de tres mil años de antigüedad se situaba en esa lengua de tierra que mira de manera perpetua a la puesta de sol, en busca de su hermana, La Habana.

Darle Caña a ésto: