Ésta mañana, por fin, me he podido desayunar con una sonrisa en la jeta. Hoy, después de varias semanas me he tomado, gustoso, el café con leche. La razón es que lo que no han hecho los políticos, lo ha hecho el pueblo catalán al que tanto admiro, estimo y respeto. Y es que el total fracaso de las consultas soberanistas impulsadas por los grupúsculos nazionalistas en la Comunidad Autónoma de Cataluña me han demostrado que es posible creer en el catalán de bien que trabaja, come, caga y duerme cómo cualquier ciudadano de nuestra Piel de Toro. Es posible ver, a través de las tonterías que nos sueltan los políticos ,al verdadero hombre de a pie. que reside en Barcelona, Martorell o Tarragona. Ésto, al que haya leido la prensa, puede sonar algo incongruente, pues dichos grupúsculos lo han enarbolado cómo un éxito en favor de la autodeterminación. En cierta manera es así, pero sólo en cierta manera., pues hay que saber leer entre líneas y ver que lo dicen con la boca pequeña, cómo creyéndose que han triunfado pero sin tenerlas todas consigo. Lo que esperaban que fuera una base suficiente para una declaración de intenciones unilateral se ha convertido en una victoria pírrica. Todo el prestigio , si se puede llamar así, que la causa nazionalista había conseguido desde la muerte de Franki Franco se ha ido al garete. Se ha volatilizado cómo un castillo de naipes ante un huracán. Eso sí, para ellos ha sido una victoria total y absoluta, pues el noventa y cinco por ciento de los votantes ha votado "Si" a la independencia.
¿Dónde está entonces el fracaso de la consultilla? Es fácil. Por un lado de setecientos mil catalanes llamados a esas urnas ilegales en esa votación de juguete sólo acudieron unos doscientos mil. Un treinta por ciento. Si tenemos en cuenta que esas consultas se han llevado a cabo en pueblos, y digo bien, pueblos sin demasiado poder específico en la decisión total de la Comunidad, o lo que es lo mismo, seleccionados por su amplia afiliación independentista, que no catalanista, nos vamos dando cuenta de la pifia que se ha gestado. Obviamente los nazionalistas han movido a todos sus partidarios, pero debemos tener en cuenta la amplia panoplia de personas en Cataluña que se consideran nazionalistas: Anarquistas, repúblicanos, comunistas, okupas y otros muchos más sin oficio ni beneficio que acuden a todo lo que sea quemar banderas españolas o que huela al humo que éstas desprenden. Es decir, los votantes en ese plesbicito no son, ni de lejos, un grupo representativo de la sociedad Catalana, sino puros exaltados. Ésto habría sido estrapolable en cualquier otro lugar de España donde surgiera éste problema. Si las consultas se llevaran a cabo en pueblos de raigambre andalucista, ahora podríamos decir que Andalucía votó "Si" a la escisión con España. Los que han votado en esa estupidez son un montón de nazionalistas de boquilla que no saben nada de lo que comporta la independencia y que sólo saben de resistencia al franquismo, que acabó hace cuarenta años pero aún no se han enterado, quemar banderas porque es un acto de mucha resistencia o algo así o de fastidiar a la policía con luchas estilo kale borroka.
El resultado pues, ha sido tan patético que Artur Más, a la sazón presidente del nazionalista partido Convergencia y Unión se ha apresurado a decir que ellos no contemplan la posibilidad de la independencia ni en ésta ni en la próxima legislatura, con lo que el plan urdido por Carodito Rovira se difumina poco a poco mientras las elecciones van llegando al mismo ritmo. Además los grupúsculos independentistas han mostrado su verdadera jeta al no presentar un bloque compacto, sino con múltiples fisuras y distintas direcciones. Todos se quieren llevar el mérito y para ello no dudan en echar tierra sobre el otro grupo nazionalista del barrio de más abajo, lo cual sólo nos puede provocar una risa contenida ante la suficiencia que quieren demostrar y la estupidez de la que hacen gala. Esto, al fin, nos lleva a pensar que tal y cómo dice la leyenda urbana, el objetivo de los nazionalismos en Cataluña sólo persigue el dinero. Conseguir más dinero para ellos, no para la Comunidad que, supuestamente representan y ésto no se puede conseguir con la independencia. El dinero viene de España y para que España suelte la mosca tiene que verse presionada, en este caso por consultillas estúpidas que sólo crean confrontación y, en consecuencia, les hacen el juego a esos nazionalistas buenos para nada.
El domingo fue un día grande para España y debemos sentirnos orgullosos de nuestros hermanos catalanes. Con sus faltas y virtudes han demostrado una actitud cívica para con el conjunto de la Nación. Primero, no acudiendo a las urnas y segundo dejando que los nazionalistas se quiten esa careta de buena gente que lucha por su tierra mostrando las fauces del lobo que sólo pretende conseguir más dinero a base de dar dentelladas con el manido recurso de la Independencia . Estado político éste que, ni ha llegado ni va a llegar jamás, no porque los españoles no queramos que Cataluña se independice, sino porque los propios catalanes no desean dejar de ser españoles. Esas consultillas han causado más daño que beneficio a sus impulsores y, en consecuencia ha asentado un poco más la causa españolista en los territorios nororientales. Hoy, de este modo, debemos dejar de lado los reproches y las suceptibilidades y mirar a los catalanes cómo españoles dignos de ese título que, con su ausencia a tal desmán que supone una consulta ilegal, han demostrado ser gente de bien que no tiene más culpa que la de residir en el mismo territorio que los cuatro muertos de hambre que, en lugar de trabajar y levantar su tierra, prefieren vivir del cuento y del bolsillo de sus compatriotas.
¿Dónde está entonces el fracaso de la consultilla? Es fácil. Por un lado de setecientos mil catalanes llamados a esas urnas ilegales en esa votación de juguete sólo acudieron unos doscientos mil. Un treinta por ciento. Si tenemos en cuenta que esas consultas se han llevado a cabo en pueblos, y digo bien, pueblos sin demasiado poder específico en la decisión total de la Comunidad, o lo que es lo mismo, seleccionados por su amplia afiliación independentista, que no catalanista, nos vamos dando cuenta de la pifia que se ha gestado. Obviamente los nazionalistas han movido a todos sus partidarios, pero debemos tener en cuenta la amplia panoplia de personas en Cataluña que se consideran nazionalistas: Anarquistas, repúblicanos, comunistas, okupas y otros muchos más sin oficio ni beneficio que acuden a todo lo que sea quemar banderas españolas o que huela al humo que éstas desprenden. Es decir, los votantes en ese plesbicito no son, ni de lejos, un grupo representativo de la sociedad Catalana, sino puros exaltados. Ésto habría sido estrapolable en cualquier otro lugar de España donde surgiera éste problema. Si las consultas se llevaran a cabo en pueblos de raigambre andalucista, ahora podríamos decir que Andalucía votó "Si" a la escisión con España. Los que han votado en esa estupidez son un montón de nazionalistas de boquilla que no saben nada de lo que comporta la independencia y que sólo saben de resistencia al franquismo, que acabó hace cuarenta años pero aún no se han enterado, quemar banderas porque es un acto de mucha resistencia o algo así o de fastidiar a la policía con luchas estilo kale borroka.
El resultado pues, ha sido tan patético que Artur Más, a la sazón presidente del nazionalista partido Convergencia y Unión se ha apresurado a decir que ellos no contemplan la posibilidad de la independencia ni en ésta ni en la próxima legislatura, con lo que el plan urdido por Carodito Rovira se difumina poco a poco mientras las elecciones van llegando al mismo ritmo. Además los grupúsculos independentistas han mostrado su verdadera jeta al no presentar un bloque compacto, sino con múltiples fisuras y distintas direcciones. Todos se quieren llevar el mérito y para ello no dudan en echar tierra sobre el otro grupo nazionalista del barrio de más abajo, lo cual sólo nos puede provocar una risa contenida ante la suficiencia que quieren demostrar y la estupidez de la que hacen gala. Esto, al fin, nos lleva a pensar que tal y cómo dice la leyenda urbana, el objetivo de los nazionalismos en Cataluña sólo persigue el dinero. Conseguir más dinero para ellos, no para la Comunidad que, supuestamente representan y ésto no se puede conseguir con la independencia. El dinero viene de España y para que España suelte la mosca tiene que verse presionada, en este caso por consultillas estúpidas que sólo crean confrontación y, en consecuencia, les hacen el juego a esos nazionalistas buenos para nada.
El domingo fue un día grande para España y debemos sentirnos orgullosos de nuestros hermanos catalanes. Con sus faltas y virtudes han demostrado una actitud cívica para con el conjunto de la Nación. Primero, no acudiendo a las urnas y segundo dejando que los nazionalistas se quiten esa careta de buena gente que lucha por su tierra mostrando las fauces del lobo que sólo pretende conseguir más dinero a base de dar dentelladas con el manido recurso de la Independencia . Estado político éste que, ni ha llegado ni va a llegar jamás, no porque los españoles no queramos que Cataluña se independice, sino porque los propios catalanes no desean dejar de ser españoles. Esas consultillas han causado más daño que beneficio a sus impulsores y, en consecuencia ha asentado un poco más la causa españolista en los territorios nororientales. Hoy, de este modo, debemos dejar de lado los reproches y las suceptibilidades y mirar a los catalanes cómo españoles dignos de ese título que, con su ausencia a tal desmán que supone una consulta ilegal, han demostrado ser gente de bien que no tiene más culpa que la de residir en el mismo territorio que los cuatro muertos de hambre que, en lugar de trabajar y levantar su tierra, prefieren vivir del cuento y del bolsillo de sus compatriotas.
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