Cuando la actividad industrial es insuficiente... |
Agricultura.
En los albores de mi vida, recuerdo que mi pueblo era más o menos la mitad de lo que es hoy. Era el típico pueblo andaluz, muy dado a encalar las fachadas y con una población eminentemente agrícola. Recuerdo que en los primeros ochenta, mi abuelo, que era capataz de Correos era una persona respetada, por ser funcionario y por sus inclinaciones hacía la caza. Mi pueblo se abría a una tímida industrialización basada en la construcción de maquinaría agrícola, en la que unos pocos se hicieron riquísimos exportando, no se lo pierdan, maquinaria a Cuba con la complacencia del Régimen y posteriores gobiernos. También había una incipiente industria basada en el mueble de la cual emanó todo lo que ahora se empieza a autoenterrar. Recuerdo que por entonces las Ferías eran en agosto y atraían innumerables emigrados, sobre todo desde Cataluña. Jaén, que está a diecinueve kilómetros, se veía cómo una capital inmensa a la que sólo se iba en ocasiones importantes.
Por aquella época no teníamos ambulatorio. Eso llegaría casi una década después, en los primeros noventa. El médico atendía en una consulta hiperatestada y con una salubridad dudosa. El ayuntamiento era un edificio a punto de caerse que no terminó de hacerlo hasta que en el noventa y cuatro alguién, de inclinaciones sucialistas, pensó que era mejor hacer un edificio que no hubiera por donde cogerlo. Eran tiempos de restricciones en el consumo de agua ante la falta de una red de abastecimiento decente y de prospecciones para la extracción. España se movía lentamente en el camino de la Transición y yo viví el 23-F cómo un criajo que jugaba en su habitación ajeno a ordenadores, móviles o ipad. Aquellos años, en la época de la recogida de la aceituna el pueblo olía a leña quemada, orujo recién destilado y tierra mojada. No sé porqué, pero el invierno de aquellos primeros años de mi vida lo recuerdo siempre lluvioso, húmedo y frío y cuajado de barro al ir al campo.
Industria.
Pero el tiempo pasó y aquellos ochenta dieron lugar a unos noventa en los que el pueblo comenzó a crecer encaramado a una industria maderera que superó rápidamente a la agrícola que se iba eclipsando y encajando en un nicho dedicado a la recolección aceitunera, revolucionada por la implantación del riego merced a las boyantes subvenciones de la Unión Europea. Era el tiempo de los triunfadores empresarios de la población y de los primeros intentos de refundación de esa industria. Empezó aquella decadencia que se vería agravada en los tiempos actuales. Quiero creer que el hecho de comprar un mercedes antes de empezar a funcionar no era sino un uso inteligente de los enormes fondos que los bancos invirtieron en una industria que ya maduraba su segunda generación mientras el pueblo crecía, las Ferias pasaban a octubre y ante la mejora económica ya no acudían tantos emigrados en verano, pues se iban de vacaciones a la costa. Hubo una pequeña crisis económica durante aquellos noventa, pero el pueblo siguió adelante.
Aquellos años me enamoré por primera vez y pensé en dedicarme al ejército. El del Aire. Era la época en la que uno terminaba el colegio y empezaba el instituto. Recuerdo que no había tanta icidencia del nacionalismo y que Miguel Ángel Blanco perdía la vida ante la contundencia de un gobierno, el mejor que ha tenido España que supo mover a una sociedad, de una vez y con contundencia, en contra de los etarras. Esos mismos que tanto han agradecido el desgobierno zETApateril. Aquellos años mi pueblo alcanzó el máximo auge de mano de una expansión inmobiliaria sin precedentes en la cual dormitorios, comedores, cocinas y cuartos de baño de toda la Nación fueron amueblados con la fabricación exhaustiva de las fábricas de mi pueblo. Yo mismo, cuando entré a trabajar en mi empresa todo bullía de actividad, trabajando diez y once horas al día. Contábamos más de ochenta en plantilla y nadie pensaba lo que se nos venía encima aquel fatídico verano de dos mil siete, recién cerrado el convenio colectivo para los siguiente cinco años.
Crisis.
Recuerdo aquella Huelga de transportistas con la que quedaba oficialmente inagurada la crisis que el gobierno negaba cuando ya era un secreto a voces. Las largas colas en las gasolineras del pueblo no dejaban lugar a dudas. Algo empezaba a desclabrarse y todo fue de culo y cuesta abajo hasta el día de hoy. Mi empresa no pasa de los cincuenta empleados y echamos esas ocho horas raspadas de convenio si bien no podemos, ni de lejos, quejarnos. Se nos paga con puntualidad y correctamente según convenio. Nuestra realidad está muy alejada de aquellos años de bonanza y en suma, la realidad de mi pueblo, cómo el de las ocho mil poblaciones de España es identica. De las casi doscientas empresas dedicadas a la fabricación del mueble, la nuestra es casi la única en la que no se han practicado Eres o reducciones de jornada. Así, hemos pasado del milagro económico, equivalente a todo el país, al fracaso cuajado de arcilla cocida y cemento mal puesto... Pero siempre nos quedará el campo.
En los albores de mi vida, recuerdo que mi pueblo era más o menos la mitad de lo que es hoy. Era el típico pueblo andaluz, muy dado a encalar las fachadas y con una población eminentemente agrícola. Recuerdo que en los primeros ochenta, mi abuelo, que era capataz de Correos era una persona respetada, por ser funcionario y por sus inclinaciones hacía la caza. Mi pueblo se abría a una tímida industrialización basada en la construcción de maquinaría agrícola, en la que unos pocos se hicieron riquísimos exportando, no se lo pierdan, maquinaria a Cuba con la complacencia del Régimen y posteriores gobiernos. También había una incipiente industria basada en el mueble de la cual emanó todo lo que ahora se empieza a autoenterrar. Recuerdo que por entonces las Ferías eran en agosto y atraían innumerables emigrados, sobre todo desde Cataluña. Jaén, que está a diecinueve kilómetros, se veía cómo una capital inmensa a la que sólo se iba en ocasiones importantes.
Por aquella época no teníamos ambulatorio. Eso llegaría casi una década después, en los primeros noventa. El médico atendía en una consulta hiperatestada y con una salubridad dudosa. El ayuntamiento era un edificio a punto de caerse que no terminó de hacerlo hasta que en el noventa y cuatro alguién, de inclinaciones sucialistas, pensó que era mejor hacer un edificio que no hubiera por donde cogerlo. Eran tiempos de restricciones en el consumo de agua ante la falta de una red de abastecimiento decente y de prospecciones para la extracción. España se movía lentamente en el camino de la Transición y yo viví el 23-F cómo un criajo que jugaba en su habitación ajeno a ordenadores, móviles o ipad. Aquellos años, en la época de la recogida de la aceituna el pueblo olía a leña quemada, orujo recién destilado y tierra mojada. No sé porqué, pero el invierno de aquellos primeros años de mi vida lo recuerdo siempre lluvioso, húmedo y frío y cuajado de barro al ir al campo.
Industria.
Pero el tiempo pasó y aquellos ochenta dieron lugar a unos noventa en los que el pueblo comenzó a crecer encaramado a una industria maderera que superó rápidamente a la agrícola que se iba eclipsando y encajando en un nicho dedicado a la recolección aceitunera, revolucionada por la implantación del riego merced a las boyantes subvenciones de la Unión Europea. Era el tiempo de los triunfadores empresarios de la población y de los primeros intentos de refundación de esa industria. Empezó aquella decadencia que se vería agravada en los tiempos actuales. Quiero creer que el hecho de comprar un mercedes antes de empezar a funcionar no era sino un uso inteligente de los enormes fondos que los bancos invirtieron en una industria que ya maduraba su segunda generación mientras el pueblo crecía, las Ferias pasaban a octubre y ante la mejora económica ya no acudían tantos emigrados en verano, pues se iban de vacaciones a la costa. Hubo una pequeña crisis económica durante aquellos noventa, pero el pueblo siguió adelante.
Aquellos años me enamoré por primera vez y pensé en dedicarme al ejército. El del Aire. Era la época en la que uno terminaba el colegio y empezaba el instituto. Recuerdo que no había tanta icidencia del nacionalismo y que Miguel Ángel Blanco perdía la vida ante la contundencia de un gobierno, el mejor que ha tenido España que supo mover a una sociedad, de una vez y con contundencia, en contra de los etarras. Esos mismos que tanto han agradecido el desgobierno zETApateril. Aquellos años mi pueblo alcanzó el máximo auge de mano de una expansión inmobiliaria sin precedentes en la cual dormitorios, comedores, cocinas y cuartos de baño de toda la Nación fueron amueblados con la fabricación exhaustiva de las fábricas de mi pueblo. Yo mismo, cuando entré a trabajar en mi empresa todo bullía de actividad, trabajando diez y once horas al día. Contábamos más de ochenta en plantilla y nadie pensaba lo que se nos venía encima aquel fatídico verano de dos mil siete, recién cerrado el convenio colectivo para los siguiente cinco años.
Crisis.
Recuerdo aquella Huelga de transportistas con la que quedaba oficialmente inagurada la crisis que el gobierno negaba cuando ya era un secreto a voces. Las largas colas en las gasolineras del pueblo no dejaban lugar a dudas. Algo empezaba a desclabrarse y todo fue de culo y cuesta abajo hasta el día de hoy. Mi empresa no pasa de los cincuenta empleados y echamos esas ocho horas raspadas de convenio si bien no podemos, ni de lejos, quejarnos. Se nos paga con puntualidad y correctamente según convenio. Nuestra realidad está muy alejada de aquellos años de bonanza y en suma, la realidad de mi pueblo, cómo el de las ocho mil poblaciones de España es identica. De las casi doscientas empresas dedicadas a la fabricación del mueble, la nuestra es casi la única en la que no se han practicado Eres o reducciones de jornada. Así, hemos pasado del milagro económico, equivalente a todo el país, al fracaso cuajado de arcilla cocida y cemento mal puesto... Pero siempre nos quedará el campo.
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5 comentarios:
Aquellos eran tiempos en los que aun tenías una cierta seguridad nacida de las necesidades reales de la gente, no de los crecimientos desaforados y las paradas brutales.
Tiempos en los que las industrias crecían con el crecimiento real según las necesidades y las posibilidades.
Y no te hablo ya de aquellos tiempos en los que tus padres se preocupaban si llegabas tarde, por si te había atropellado un coche, no un chorizo drogata.
Eran tiempos que no volverán.
Has hecho un recorrido muy certero de nuestra historia mas reciente.
La construcción fue creando un monstruo que nadie supo parar a tiempo, hasta que reventó y arrastró a casi todas las industrias de nuestro país que vivían a la sombra del ladrillo.
La cadena industrial se rompió hace ya cuatro años y a partir de ahora será necesario reinventar España donde todos seremos mas pobres.
Saludos.
Yo creo que la cadena industrial hace mucho tiempo que se rompió, CS. Más o menos durante la Transición... ¡bendita Transición!... momento en el que España dejó de lado su industria para apoyarse en los servicios.
Las castas políticas empezaron a sobredimensionar al Estado y aquí tenemos los frutos: un país que no produce nada, pero que tiene una enorme cola de desempleados con título universitario.
Los españoles nos creímos águilas de lo alto que volamos. Ahora toca poner los pies en el suelo... y éste es duro. Muy duro.
Un abrazo.
Y yo me pregunto:
¿que van hacer con los millones de parados de la construcción y derivados que están en el paro desde hace tiempo? Porque aquí sin lo de la construcción como encofradores,albañiles, ferrallas etc muchos estarían viviendo en chabolas...de cada 10 parados, 6 son de la construcción, olvidados, desterrados en lo laboral, y lo poco que hay mano de obra barata y en ellos portugueses, latinos,iranies, etc a 5 y 4 €uros hora de lunes a sabado y algún domingo o festivo mientra los españoles están viéndolas venir...
¿nos queda el campo? ¿que campo? el de campo-frio.
Tengo 51 tacos he trabajado toda mi vida desde que era un niño...en el campo,en la huerta, invernaderos,feriante, empresario, autónomo y construcción, llevo una buena temporada en paro, dame un plano, herramientas y material y te hago puente,túneles, urbanismo,edificios etc.
Este país siempre ha sido una fábrica de gilipollas manteniendo a tiranos, lo mire como lo mires no hay por donde cogerlo.
Mi pueblo también ha cambiado mucho pero siguen los mismo gilipollas y los mismo tiranos a igual que en todo este país...
Ladramos mucho y hacemos poco por un verdadero cambio, mientras a los tiranos no se les quiten de la circulación y los gilipollas espabilen esto no lo arregla nadie.
El capitalismo es el genocidio más respetado del mundo y los gilipollas somos quienes los mantenemos, así nos va...nos queda el campo, si, si.
Saludos amigo Peinado.
Ya está bien de utilizar a Cáritas como escudo. La Iglesia recibe por todos los conceptos alrededor de 6.000 millones de euros. Sólo por el concepto de IRPF 250, pues a Cáritas tan sólo dona 4 millones. No se puede hablar de una entidad donde la Iglesia vierte sus esfuerzos cuando su aportación no llega ni al 2% de lo que recauda. Hay que tener poca vergüenza para utilizar a los pobres en beneficio de unos vividores que además quieren seguir chupando del bote. Con lo que la Iglesia da a Cáritas ésta no tiene ni para bolígrafos para que los pobres rellenen un cuestionario. MENOS DEMAGOGIA Y MENOS MALDAD EN LA IGLESIA HACE FALTA.
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