Foto de Internet. |
Cómo en todo en la vida, el nazimbécilismo busca un soporte básico y vital sobre el que fundamentarse con objeto de pervertir las mentes que hay a su alrededor vendiéndoles una Arcadia inexistente llena, en muchos casos, de héroes, bestias mitológicas y un soporte parahistórico que, simplemente, no existe. Por ello, el caso de Cataluña no deja de ser un retroceso cultural en toda regla dando por buenas realidades cómo multiseculares según tradiciones de muy nuevo cuño pretendiéndolas hacerlas pasar por hechos históricos cuajados de años cuando apenas rozan el siglo de existencia o incluso menos. Por contra, tradiciones que son tan catalanas cómo españolas, cómo los festejos taurinos de diversa índole, son tomados por extraños. En sí, todo lo que envuelve el nazionalismo es una constante contradicción, pervirtiendo el mismo catalanismo, surgente cómo una corriente regionalista dentro de España y convirtiéndolo en una suerte de nazionalismo a trancas y barrancas al encarnar una Cataluña Milenaria que poco o nada tiene que ver con él.
Falsas verdades, medias mentiras.
El nazimbécilismo moderno, no ostante, se puede ver cómo algo plenamente igualitario. El mismo, la corriente identitaria que tanto propugnan desde los mal llamados partidos nacionalistas, más dados a la corriente separatista que a la defensa de su "nación" en el seno del país al que fagocitan, tiende a exterminar todo lo existente, ya sean tenderos, republicanos, empresarios u obreros. Su continua obsesión es igualar al pueblo denostando toda corriente cultural y de pensamiento que no sea la propugnada por la doctrina que exponen. Así las cosas se incide incluso en el tema religioso, no importando las implicaciones ni religiones que en el mismo entre en juego mientras apoyen, impulsen o difundan el proyecto separatista que no nacionalista. Por ello, el catalanismo de hoy, trastocado en nazimbécilismo peligrosamente próximo al nazismo anterior a la Segunda Guerra Mundial, ha logrado sustentarse vaciando, mediante el miedo, la pluriidentidad catalana relegándola a los adeptos al régimen y basándose sólo en cuatro elementos simbólicos, tres agravios históricos y unas dosis desmesuradas de sentimentalismo y victimismo.
Para ello, el nazimbécilismo, denotado así porque tiene a imbecilizar todo lo que toca convirtiendo la masa social en una mezcolanza de credos, razas y condiciones con un único pensamiento dirigido por los de siempre, supo aprovechar en profundidad el victimismo surgido de la posguerra. Se catalizó un sentimiento de agravio común en el victimismo ante la política de Franco, pensando que ellos, los aplastados por el Dictador (?) eran los buenos, sin aportar razones ni justificaciones para ello. Sin sustentarse en una base real, pues el franquismo fue especialmente generoso con la región catalana, el catalismo se torno en separatismo radical sin ninguna base real. Se convierte así a Cataluña en un rebaño de borregos prestos a seguir al pastor, sea el que sea, demostrando que a más ruido por la identidad cultural de Cataluña, más vacuidad espiritual y de verdadera identidad reina en la sociedad catalana, convertida a todos los efectos en un desierto de almas.
El nazimbécilismo moderno, no ostante, se puede ver cómo algo plenamente igualitario. El mismo, la corriente identitaria que tanto propugnan desde los mal llamados partidos nacionalistas, más dados a la corriente separatista que a la defensa de su "nación" en el seno del país al que fagocitan, tiende a exterminar todo lo existente, ya sean tenderos, republicanos, empresarios u obreros. Su continua obsesión es igualar al pueblo denostando toda corriente cultural y de pensamiento que no sea la propugnada por la doctrina que exponen. Así las cosas se incide incluso en el tema religioso, no importando las implicaciones ni religiones que en el mismo entre en juego mientras apoyen, impulsen o difundan el proyecto separatista que no nacionalista. Por ello, el catalanismo de hoy, trastocado en nazimbécilismo peligrosamente próximo al nazismo anterior a la Segunda Guerra Mundial, ha logrado sustentarse vaciando, mediante el miedo, la pluriidentidad catalana relegándola a los adeptos al régimen y basándose sólo en cuatro elementos simbólicos, tres agravios históricos y unas dosis desmesuradas de sentimentalismo y victimismo.
Para ello, el nazimbécilismo, denotado así porque tiene a imbecilizar todo lo que toca convirtiendo la masa social en una mezcolanza de credos, razas y condiciones con un único pensamiento dirigido por los de siempre, supo aprovechar en profundidad el victimismo surgido de la posguerra. Se catalizó un sentimiento de agravio común en el victimismo ante la política de Franco, pensando que ellos, los aplastados por el Dictador (?) eran los buenos, sin aportar razones ni justificaciones para ello. Sin sustentarse en una base real, pues el franquismo fue especialmente generoso con la región catalana, el catalismo se torno en separatismo radical sin ninguna base real. Se convierte así a Cataluña en un rebaño de borregos prestos a seguir al pastor, sea el que sea, demostrando que a más ruido por la identidad cultural de Cataluña, más vacuidad espiritual y de verdadera identidad reina en la sociedad catalana, convertida a todos los efectos en un desierto de almas.
Historias de Cataluña.
Pasando por alto el hecho de que cada cual que insulta su cuna se desprestigia así mismo, diremos que todo nacionalismo nacido en España muestra un altísimo grado de españolidad pues tan cómo aseverara el poeta mismamente catalán del siglo diecinueve bartrina, un hombre que habla mal de España será, sin ningún género de dudas español. Tanto más el nazimbécilismo catalán que denosta una y otra vez la misma España de la que forma parte. Todo ello sin tener en cuenta que durante muchísimo tiempo, en la Cataluña Rural, aquella que no es Barcelona, que dentro del nacionalismo catalán sería otra pieza a independizar, se vió aquel catalanismo regionalista formado en sus inicios para hacer más fuerza frente al enemigo de Madrid cómo una especie de extravagante novedad surgida entre la burguesía. Dicho de otro modo, el catalanismo surge de la derecha catalana, la conservadora y explotadora derecha catalana, terminando su raigambre en los elementos más extremistas de la izquierda de aquellos lares. Es lo paradójico de un nazimbecilismo con raices burguesas y pretendida alma proletaria.
Podríamos empezar para demostrar lo que el nazimbécilismo es capaz de dar por bueno menoscabando toda fuente lógica de la Historia. El mito del corazón de Macià sería buena prueba de ello. Así, es una de las anécdotas menos conocidas de la Historia del nazimbécilismo que, sin embargo, lo sustenta con premeditada adoración. Cuenta que en las últimas jornadas de la Guerra Civil, los republicanos españoles en general que se habían agolpado en la Ciudad Condal y los catalanes en particular preparaban la huida hacía Francia. Tarradellas en esos tiempos de incertidumbre y cómo si suposiera que los nacionales eran profanadores de tumbas o algo similar, envió a un funcionario de la casi inexistente ya Generalidad al cementerio para recoger el corazón de Macià. Éste no estaba, cómo sería lo lógico, con su propietario bajo la losa, sino que en un extraño ritual de carácter masónico, ese movimiento que tanta tírria ha demostrado a España, se decidió preservar el órgano en una urna a parte del cadáver.
Cosas Veredes.
Tarradellas, en un arrebato patriótico de esos tan estúpidos que tienen los nazimbéciles que en lugar de quedarse al maquis, cogen carretera y manta agarrando lo primero que pillan, se llevó el corazón para que, repito, no lo profanaran las tropas nacionales, que seguro entrarían en Barcelona con el único ánimo de robarle el corazón a Macià. Regresado tras la muerte de Franco, se procede a devolver el corazón a la familia el diez de octubre de mil novecientos setenta y nueve. Se celebraría dicho acto en el Palacio de la Generalidad y luego, con la familia, Tarradellas, en privado se acercaron al cementerio para depositar el corazón en la urna a tal efecto. El caso es que al abrir la urna ya había otro corazón, el de Macià, el que no profanaron las tropas nacionales. Tarradellas, el de "Ja soc aqui" que no tuvo huevos de pisar España en todo lo que estuvo Cara Garbanzo se había paseado por Europa con un corazón que pretendía fuera la quintaesencia del catalanismo que vaya a saber usted de quien era. Quizás incluso el de algún españolista. Estaba visto que el funcionario iba con prisas y no se paró demasiado a rebuscar el órgano del fallecido presidente de la Generalidad.
Continuará>>>
Basado en el libro "Historias ocultadas del nacionalismo catalán" de Javier Barraycoa.
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4 comentarios:
Los nacionalismos catalanes y españoles de CIU y PP son fascismos económicos cuyo fin es repartirse la tarta. Resulta curioso como CIU reniega de Expaña cuando aplica las mismas políticas anticiudadanas.
Saludazo!!
Vaya asco de artículo, rezumando odio a lo catalán por todas partes. Ahora resulta que Tarradellas era nacionalista catalán. Que risa, María Luísa. Veo que usted, a parte de esa ceguera propia de los anticatalanes, no tiene mucha más idea de nada.
Por cierto, qué brillante el término "nazimbecilismo", lo ha creado usted solito sin ayuda? Mente prodigiosa, la suya.
No me hables de su sempiterno víctimismo. Hace unos años debatí largamente con uno que, como todos, se quejó de que no había podido aprender catalán porque Franco lo tenía prohíbido. Esto fue porque no había manera de entender lo que escribía, una carnicería espantosa del catalán. Le dije que yo tampoco lo estudié en el colegio, pero que me preocupé de leer libros y acabé dominándolo perfectamente.
No lo aceptan, para ellos es más fácil hacerse las víctimas sin molestarse en poner nada de su parte y siendo prácticamente analfabetos -porque el castellano tampoco lo dominan-, es normal que se traguen cualquier trola indepe.
Esto lo saben los manipuladores y ponen toda la carne en el asador para hacerse con votos nazimbéciles. No hay mayor caladero de votos que los de analfabetos.
Leona, en suma, responder es hacerles un favor e incluso seguirles el juego. Por mi parte lo dicho dicho está en el artículo. El que tenga ojos...
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