La Morenita. Patrona de Jaén. |
Culminada la Semana Santa y en el tiempo que va hasta Pentecostés, cómo si fueran setas florecen, a lo largo y ancho de nuestra vetusta piel de toro nuestras tan carácteristicas y denostadas en los últimos años, romerias. Un término errado, pues las romerías eran las largas peregrinaciones que los cristianos laboraban hasta Roma para conseguir las indulgencias plenarias. Así, en el país más católico del mundo, nuestra España, no podían faltar las pequeñas Romas a las que acudir para ganar alguna suerte de indulgencia, milagro o vaya usted a saber. Poquito a poco la romería fue evolucionando y en torno a cualquier ermita, humilladero, santuario o capilla, fueron surgiendo devociones particulares que se fueron extendiendo y fortaleciendo y, por desgracia, degenerando en lo que hoy tenemos a lo largo y ancho de nuestra geografía. Lugares en los que prima la juerga y andar hechos unos guarros durante tres o cuatro días mientras el santo de turno puede irse al cielo que mientras no falte el alcohol, lo demás huelga del todo.
En el campo, la tortilla sale mejor.
Por ser la que más de cerca me pilla y además por ser la más antigua de España, la romería de la Virgen de la Cabeza es un claro ejemplo de lo que ha llegado a ser una manifestación religiosa mezclada con grandes dosis de irreverencia y juerguismo subido. De hecho, para el que no lo sepa, el Cerro, cómo comunmente conocemos al santuario por éstos lares y cuya imagen ilustra ésta semana la portada de éste mi, vuestro blog, se transforma durante los días anteriores al último fin de semana de abril en un hervidero de las más pintorescas y variadas especies de juerguistas, a nivel cofrade o pagano, que en el whisky todos sómos hermanos. De hecho el Cerro se llama así por ser una elevación en torno a una explanada que acoje, en precario equilibrio medioambiental a más de ochocientas mil almas, algo que sólo se puede conseguir en éste país gracias a una manifestación de éste calibre, con lo que dejamos en entredicho el aspecto laicista de España y que el evento más multitudinario pueda ser un partido de fútbol.
Dicho en plata, los días posteriores al evento que consiste en ciento y pico de misas, a una por cofradia o hermandad que asisten, la procesión y posterior retorno de la Morenita a su Casa, en el Cerro se recogen toneladas de basura, condones usados y botellas de licor y refresco. Toda una declaración de intenciones de los que acuden en masa a su cita anual con el rito que auna religión y despropósito en perfecta sincronía y sinergia. Una muestra más de que a los españoles nos la bufa todo a excepción de nuestras creencias, muy enraizadas a pesar de que aquellos que se autodenominan nuestras guías politicástricas se cansen de decirnos que tendemos al laicismo y que no debemos creer en lo que siempre hemos creido, amar a las tradiciones con las que crecimos y, en suma, debemos de dejar de ser unos bárbaros supercheros anclados en un pasado que sin embargo es el que nos ha forjado cómo país y sociedad. No dejo de sorprenderme que muchos de los que militan en esas ideologías que van en contra de nuestra esencia, sean los primeros que se apunten para llevar un cetro en las procesiones de turno.
Cubalibre y medalla.
Aún así, yo creo que en España, éstas tan brutales manifestaciones religiosas, no son sino una muestra más de lo capaces que sómos los españoles para mezclar cosas que, en principio son totalmente antagónicas. La mesura, el ayuno y la dignidad que deberían comportar cualquier ritual dirigido a intermediar entre nosotros, pobres mortales y la divinidad de turno, queda eclipsada en un ámbito en que el jolgorio, la música la manifestación fiestera y todo lo relacionado con la deshibinición masiva mezclada con sustancias psicotrópicas y alcohol en cantidades que rayan el coma etílico. Es por ello que España no sólo es diferente sino que se reinventa continuamente adaptando lo más antiguo, sus tradiciones, a lo más moderno, su gente que, para sacar adelante un país no servirá, pero para ponerse hasta el culo mientra lanza vítores a la imagen de turno son los primeros. Toda una declaración de intenciones en un país en crisis que en primavera pasa a eclosionar en torno a las más pintorescas advocaciones.
Yo, que viví la Romería de la Morenita desde mi más tierna infancia hasta hace unos diez años puedo decir que no es que me molesten éstas fiestas, es que me causa mucha gracia que personas totalmente en las antípodas de lo religioso sean los primeros que se apuntan a un bombardeo cuando, en plan gitano, se cogen los bártulos, la tienda de campaña, mucho alcohol y colesterolazo para la barbacoa y hala, vuelven con diecisiete kilos de roña, setenta medallitas del evento en cuestión, sin cartera, sin documentación y con una multa y seis puntos menos por conducir so repasando trece veces el límite de alcoholemia. Hace ya una década que dejé aquellos momentos atrás, me reconvení en que para llevar a buen puerto mis creencias era mejor hacerlo con el recogimiento de un Cerro sólo y en silencio y comencé a mirar con el recelo del incrédulo esos eventos, ya sean en el Cabezo, en el Rocío o en las Vistillas. La tortilla sabe mejor en el campo, pero sin mezclar churras con merinas o el crucifijo con el cubata.
Tiempos de Gloria.
Al margen de la irreverencia que nos pueda suponer mezclar los asuntos mundanos con los asuntos divinos en una comunión más abocada al infierno que al cielo, el tiempo de Gloria está para disfrutar de esa parte gloriosa y alegre de la religiosidad que, junto a la primavera, busca los días más largos y luminosos del verano antes de que decaigan de nuevo las jornadas en busca de la oscuridad del día de los Santos. No todo es sufrimiento, ni todo penitencia, por ello, a pesar de que yo no sea mucho de éstos jolgorios, si animo a cualquiera que tenga la ocasión de hacerlo a que se anime a conocer, al menos una vez en la vida, de una de nuestras Romerías en general y de la del Cerro, en Andújar, en particular, pues la cabra tira al monte y el jaenero al Cerro en el último fin de semana del cuarto més del año, previo al mes de las flores que eclosionan en honor a María. Puede ser que se queden prendados del olor a romero y a pino, de las devociones que impulsan a subir su calzada de rodillas o descalzas o simplemente de los que se lian los porros con la soltura que da hacerlo a la sombra de los pinos de Sierra Morena. ¡Feliz Romería!
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