Desde que arribó, vía atentado terrorista de oscura autoría, el Bufón Mayor del Reino parece ser que se fijó hacer historia en éste país de una u otra forma. El caso es que, desde que comenzó a desgobernar ha dado motivos para encajar perfectamente en la Historia de España como uno de los más funestos presidentes del país desde que Godoy anduviera comiéndole la orejilla a la esposa de Carlos IV. Entre sus muchísimas cualidades para destrozar todo lo destrozable, se instaló en la idea de que alguna extraña y oculta deidad sucialista lo había tocado con su dedo terrenal con el fín de erigirlo en adalid de la venganza de los perdedores de la Guerra Civil. Esa sempiterna guerra que no han podido, no quieren y no están dispuestos a superar. Siguen ahí instalados y él, el Bufón, vió en esa cosa planteada y nunca superada su razón de ser. Si Franco se había arrogado la Unidad de España él haría lo mismo pero al revés, fastidiaría esa unidad, mandaría España al contenedor de órganico y pagaría, con el cadaver de Franco, la pérdida del Treinta y Nueve.
Dos y dos son siete.
Así debía de hacer las cuentas el Bufón, pues el resultado final de la suma de todas sus estupideces nos han dado siete años de mala suerte. Se debió de romper algún espejo, o muchos, en la explosión de los trenes de Atocha. Sea cómo fuere, el caso es que después de enemistarse con Estados Unidos, aliarse al eje internacional del Chavo-Castrismo Evolibariano y poner el culo para que los árabes del Magreb, los piratas Somalies y cualquier escombro que entrara a horcajadas en la Alianza de Civilizaciones o el ninguneo internacional se lo pusieran cómo un bebedero de patos, zETAparo encontró, por fín, su lugar en el plateta. Se sacó esa genial Ley de Desmemoria Histérica, que se pasaba la Ley de Amnistia y cuantas leyes hicieron de la Transición un periodo digno de ser estudiado en el Mundo entero por el arco del triunfo, reconvirtiendo al país en las Dos Españas, alimentando los fuegos de la discordia y dedicando el dinero de todos los españoles a enardecer los ánimos destructores de la mitad que aún se consideraba con deudas que saldar.
No quedó así escudo pre-constitucional o parecido (alguno de los Reyes Católicos fue andando también) sin abatir, fosa sin señalizar (gran espectáculo la búsqueda de Lorca) ni ONG sin subvención para evitar que la Desmemoria se perdiera, las fosas se deslocalizaran o los escudos quedaran indemnes. Cosa curiosa pues, a fecha de hoy, la cirspación es máxima, la Ley no se ha desarrollado ni mucho ni poco aunque el dineral que se ha otorgado para ello es cómo todo el despilfarro sucialista, alto y oneroso y la verdad, el escudo del Aguilucho es el que aparece en la Constitución, manteniéndose oficial hasta mil novecientos ochenta y uno. Era la típica Ley para amiguetes, con la que blanquear dinero público en dirección a los bolsillos de los de siempre. Lo mismo que la Ley de Igualdad o la Ley del Menor. Demasiado dinero despilfarrado en un país que se desangra para acometer el despertar de unos fantasmas del pasado que han estado siempre presentes y que ya se vieron satisfechos en demasía durante el gobierno de Felipe González.
Objetivo Fall´s Valley.
Así, el Bufón que ya se había pasado por el forro todo lo que hacía de España una potencia fijó su ojos en lo único que ningún gobierno, ningún presidente, habíase fijado nunca. En esa enorme Cruz que se ve yendo para Navacerrada y bajo la cual duerme el sueño eterno ese ser que se convirtió en objetivo de un sucialismo agotado, sin ideas y que hizo de la destrucción de España su modus vivendi. Especialmente desde que éste país se fue yendo paulatinamente a tomar por el saco cuando la crisis se empezó a comer vivo un tejido productivo tan débil cómo un castillo de naipes en un huracán. Francisco Franco seguía tan vivo en el ideario sucialista que abatirlo era una necesidad vital. No bastaba con darle el poder a los nazionalistas, no bastaba con bajarse los pantalones ante Marruecos o Gibraltar. No bastaba con ser el hazmerreir del mundo, había que dar una razón para todo ello y era acabar con lo que el Dictador representaba, el mal que ellos, los iluminados, venían a conjurar.
Empezaron con la Piedad que se erigía sobre el acceso a la Basílica, continuaron cerrando los accesos y ahora, la comisión encargada para estudiar la extracción del cadaver del Dictador ha confirmado que se puede sacar, que Jose Antonio puede permanecer allí, si bien no en el sitio preponderante que ocupa y que, previo permiso de la Iglesia y consenso parlamentario, el cadaver del Generalísimo se puede mandar a su pequeño panteón del cementerio de Mingorrubio. Todo ello con el único objetivo de humillar a aquel que los machacó en esa Guerra Civil que se niegan a abandonar y sin pensar en las consecuencias de tal acción. Por lo pronto, mandar a Franco a Mingorrubio sería transformar el Pardo en un lugar de peregrinación brutal que, con su caracter de población militar, su proximidad a Madrid y su carencia de cortapisas para evitar que quien quiera pueda llegar y entrar a un cementerio público es poner la veneración de Franco al nivel de cualquier fanático, con lo que, de seguro se acrecentará cualquier movimiento afín a él.
Pero da igual...
El sucialimo no piensa. Está tan obcecado con reventar todo lo que huela a España, tal y cómo dice Eguinguren, es más importante un presidente del Partido Sucialista que sea capaz de gritar Gora Euskady y Visca Catalunya que uno que sea capaz, por los sarpullidos incompatibles con la vida que le puedan salir, de gritar Viva España. Su necesidad vital pasa por destruir a ese Ser que los humilló, los derrotó y los mandó a la clandestinidad aunque sea algo que la sociedad española en su conjunto superó hace muchísimo tiempo. Es volver a lo mismo de siempre, trabajar por ellos mismos, por justificar su existencia, carísima por otro lado, cómo partido político y cerrar un episodio que no pueden cerrar sin autodestruirse. A mí me da igual que Franco repose en Cuelgamuros, lo expongan en el museo de los Horrores o lo metan en un horno a cocer. Lo que me da pánico es ver en que se van mis impuestos, mis retenciones, mientras el país se hunde y los del ciento diez siguen pensando en las mismas idioteces de hace setenta años.
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