Vuelta al curro, pero menos. |
Ayer, después de un año esperando por fin llegaron de nuevo las comuniones. Ese periodo en que la Primavera pasa su largo camino y que termina allá por el Corpus Christi, entrado el mes de junio. Para mí, que complemento mi sueldo con algunos extras cómo camarero junto a mi mujer, la llegada de esos eventos que empezaron siendo familiares y terminaron siendo verdaderos bodorrios unipersonales, supone el advenimiento de una serie de quebraderos de cabeza que, al fin y al cabo, no se ven compensados con el dinero que se gana. Y lo digo con conocimiento de causa porque, dichos quebraderos, vienen asociadas a las condiciones laborales en la que aquellos que servimos de paseaplatos desarrollamos tal labor y que viene asociada, ineludiblemente a la situación, pésima, laboral, social y económica, em la que vivimos. Una situación de grave retrocesión que, en unos casos denota la situación de cada cual y en otras, menos, a los que siguen viviendo del carajo a pesar de que todo arda a su alrededor.
Primera Comunión.
Y es que todo, durante las vacas gordas, se convirtió en un sinsentido. Los excesos de aquel periodo que fueron in crescendo desde que comenzó hasta que llegó la debacle allá por el dos mil ocho, pasan factura ahora, a cuatro años vista de aquel momento en que el Mundo descubrió que no hay más cera que la que arde y que aquellas ingentísimas cantidades de dinero que se movian en la bolsa no eran, ni más ni menos, que fútiles castillos en el Aire. Tal y cómo se decía en Wall Street, compra, vende, paga o cobra pero siempre a través de transacciones. No intentes hacer efectivo el dinero porque descubriras con amargura que no existe. Así es y así se lo hemos demostrado y no hay más dinero que esos papelitos emitidos por el Banco Central Europeo y que con tanto mimo hemos vuelto a guardar en el calcetín, bajo la baldosa o en el interior del colchón. Así mismo, no hay más profeta en su tierra que aquel que dijo y predijo que no había que lamentarse por su fin, sino por el de nuestros hijos y que todos hemos oido en alguna ocasión.
Por ello, ahora que esos eventos religiosos se vuelven de nuevo más familiares, escuetos y menoscabados, no está de mal recordar que no hace tanto tiempo que los mismos se celebraban en el corral, con un arroz guisado por la madre de turno sin más regalos que algunas golosinas. No está el horno para bollos y aquellos regalos a los núbiles reaceptados en el seno de la Iglesia Católica mediante la ingestión del pan ázimo consagrado que consistián en ordenadores, videoconsolas, bicicletas, ciclomotores y hasta en alguna ocasión una serie de objetos de indudable valor y poco adecuados a un criajo que apenas supera la decena de años han decaido. Y lo han hecho al mismo ritmo en que la pretensión de los padres de convertir el evento en un acto de soberbia y demostración de una situación económica que sólo hace unos años sería tomada por una demostración de respoeto y que hoy sólo puede constituir un hervidero para el desprecio más absoluto.
Segunda Comunión.
Son hoy muy pocos los niños que, tras la Primera Comunión, se acercan, al domingo siguiente, a tomar la segunda. Y son muy pocos porque el mundo, de por sí, avanza a un laicismo subyacente marcado por el consumismo y el capitalismo. Doctrina ésta última que muchos dicen que está muriendo pero que yo no creo que sea lo que anda sucediendo. Pasa lo mismo que la masa y la energía, no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Lo que sucede es que ya no se gasta en coches. Se intenta pasar lo mínimo posible por el mecánico, aplazándolo hasta la Itv o dejándole el coche hasta que envía un sicario a buscarnos. Hemos cambiado nuestra forma de obrar. Priman las compañias aéreas de bajo coste, en el que se ahorra en comida, personal, mantenimiento y confort y para muchas familias, el club del Gourmet es ahora el comedor de Cáritas o el contenedor del Supermenrcado más cernano. Todo un comienzo hacía el primer círculo del infierno.
Es por ello que ayer fue la primer comunión en la que yo di un servicio de camarero y hoy que debía de haber sido el segundo estoy en casa, tan ricamente, pues la coyuntura económica ha hecho que ya no haya dinero ni para llevar al nene al altar con los fastos del albañíl del Audi, el Chalet y la ropa de Armani. Todo ha retrocedido. Deprisa y de modo radical. Si antaño para que la nena hiciera la primera Comunión, me estoy refiriendo a un lustro ha, había que ponerla cómo si fuera la Reina de Saba y contratar dos guardaespaldas para que no la robaran camino de la iglesia, hoy el resultado es el alquiler del traje, el convite en la cochera al lado del tractor y el lamento continuo de que la princesita lo es pero de la humildad forzada. Siempre hay que saber cuando recular. Siempre hay que saber donde poner el tope. Nuestro momento fue en el dos mil siete, justo cuando las agencias mobiliarias afloraban cómo setas tras la tormenta.
Tercera Comunión.
Ésta es la que nos espera. La Tercera generación de pobres, de desposeidos, de despertares brutales de la falacia que ha representado una existencia basada en el falso desarrollismo post- Transición. Un sistema que nos ha convertido en esclavos de un sistema mercantilista emanado de los dueños del Mundo Libre y que llegó a Europa cómo la panacea en contra de la otra corriente ideológica que representaba el comunismo. Aquel cayó y éste no le va a ir muy a la zaga, lo mismo que sin consumo, el expansionismo asiático caerá y todo se detendrá hasta volver a los orígenes de la Revolución Industrial. En aquella ocasión unos pocos paises aprovecharon la andanada de progreso que suponía la máquina de vapor y ahora habrá que ver que paises abrazan el racionalismo, el respeto al medio ambiente y la sostenibilidad económica y social que, de haberse respetado desde la Segunda Guerra Mundial nos habría permitido sortear el remake de la Gran Depresión. Cosas veredes...
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Está visto que no está el horno para bollos. Hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades, y ahora hay que pagarlo. Aumenta constantemente el numero de pobres y los que ya son pobres, cada vez son más pobres.
ResponderEliminarHace bien la gente retraerse a la hora de gastar, volviendo a los banquetes caseros para las primeras Comuniones y para otros muchos eventos, ya que aunque ahora tengas dinero, te puede hacer falta en el futuro para cosas más perentorias. Porque esto no tiene pinta de mejorar y hay que cuidar las reservas, por lo que pueda pasar.
Un abrazo
Explicas perfectamente la situación, volvemos a las celebraciones en el corral o en la portada.
ResponderEliminarPero hay algo que pasas por alto, la mayoría de la Europa capitalista, mas despacio pero sigue creciendo, nosotros cada día peor, el problema es de los tres o cuatro países que hicimos mal los deberes y gastamos lo que no teníamos y ahora lo tenemos que pagar con creces.
Un abrazo.
A este paso se volveran a zurcir los calcetines como en la epoca de nuestras abuelas.Que Dios nos coja confesado.un sludo,
ResponderEliminarNo hay que culpar a los mercados sino a las personas que han hecho abuso de este sistema. El mercantilismo y el comercio nacio con la Humanidad practicamente, comenzó con el truque hasta que se inventó la moneda.
ResponderEliminarUn cuchillo corta el pan, pero también mata, siempre está detrás el abuso, eso es lo que hay que atajar.
Es cierto que las comuniones se estaban convirtiendo en un despropósito. Carísimas comidas y regalos para celebrar una enada en la Iglesia que nunca se llevaba a cabo realmente. Hacer la Primera Comunión no es comulgar un día, levarte regalos, que tus padres se coloquen y no volver a ver una iglesia hasta la boda.
ResponderEliminarAunque la mía está en la noche de los tiempos la recuerdo perfectamente. Mis padres, funcionarios los dos, nos llevaron a un sitio baratito con sus hermanos, cuando le pregunté a mi madre cúal era mi regalo me contestó: "La ropa que llevas puesta" (gracias a Dios iba vestido normal y pude usarla más veces). En cambio su educación religiosa a marcado mi moral mucho más que si me hubieran regalado una chorrada pero olvidando lo esencial.
Espero que consigas ltros trabajos, ahora que las comuniones han bajado.
Un abrazo.
Amigo Peinado, no sé si reírme (siempre es la mejor opción y la más sana) o llorar (poco apetecible); me explico, no sin antes felicitarte por esa reflexión fresca y plena de sentico común a la que nos tienes acostumbrados:
ResponderEliminarNo hay mayor ridiculez que la protagonizada por los "nuevos ricos", los snob, que en su clasismo catalogaron los ingleses en la revolución industrial surgida con la mecanización de los talleres artesanos, tras la invención de la máquina de vapor (snob es la contracción de SINE NOBILITATE-sin nobleza-que se añadía en los censos de los barrios a las personas enriquecidas por dicha revolución-la burguesía-antes privilegio de la nobleza). Pues bien, y como bien reflejas, hemos vivido hasta ahora una riqueza y un señorío ficticio con altos índices de prepotencia hortera en lo económico y en las formas; en la apariencia y en la no tenencia y también, en la ilusión fomentada por los bancos y los políticos de que España y los españoles nos merecíamos una vida material que no podríamos sostener por mucho tiempo: tonto el que lo creyó a pies juntillas. Mientras tanto se olvidaron los verdaderos valores que dan sentido a la vida (ser frente al tener).
Lo de las comuniones es acojonante: en un país furibundamente laico se montan unos festejos de lo más rastacuero que parecen bodas reales. Las niñas vestidas de princesas y los niños de almirantes de la OTAN ¡¡Con listas de regalos incluídas y banquetes reales!!. Es la degeneración de toda la razón y la mesura.
Ahora llega la crisis y despertamos de ese sueño que nos han inducido con la droga somnífera: despertamos a la realidad con un tremendo resacón y sin un duro.
Un fuerte abrazo, Peinado.
Gran reflexión... Nos hemos comportado como nuevos ricos y ahora hay que pagas las facturas. Me ha gustado lo de que pocos se acercan a tomar la segunda. El mío sí lo hará.
ResponderEliminarSaludos :)
Por cierto, te he enlazado :) Mira que no decirme que tenías un blog... ;)
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