Escribo ésto el día siete pues el día seis estuve embobado con los resúmenes que, desde el Congreso, emitían desde las principales cadenas televisivas. Generalmente, éste es un acto intrascendete en la vida de los españoles. Hemos olvidado que, junto con el Doce de Octubre, es uno de los días grandes de nuestra Nación. Los políticos, con retórica vacia y sin razones de peso nos recordaban este día cómo uno de los más grandes para un español. Pero, ¿Que saben los españoles de su Constitución?
Así somos los españoles. Ya lo he dicho en algunas ocasiones. Nos la bufa todo y nos la bufa demasiado. Es hora de tomar cartas en el asunto y comenzar a cambiar el chip. O ésto o nuestro país terminará de irse por la cloaca. Es la hora de dejar de criticar y comenzar a construir. Construir un país no más pisos, se entiende. En alguna ocasión he dicho que necesitabamos tanto tiempo de democracia cómo de dictadura para que las cosas volvieran a su cauce. El tiempo va pasando y los cambios se están produciendo. Hora es de que los españoles comencemos a reconquistar el puesto que, por derecho, nos corresponde. Pero para ello primero hay que saber todo lo que antecede al crítico punto en que nos encontramos.
No sé que día haría aquel seis de diciembre de mil novecientos setenta y ocho. Yo apenas había cumplido un año pero por lo que me contaron mis abuelos y mis padres fue una jornada memorable. El pueblo español se volcó en las urnas. Ya fueran letrados, ingenieros o labriegos, millones de personas acudieron a votar en referendum una Constitución destinada a hacer Historia. La Constitución más longeva de nuestra Historia. La mejor hecha y la mas sólida pues aún hoy, treinta y un años después sigue vigente. Ningún gobierno se ha atrevido a tocarla pues sigue tan actualizada cómo el día que se votó. Una constitución que se adelantó a su tiempo y que convirtió a España en el país con más libertades y más descentralización de todo el Orbe.
¿Qué nos queda de aquello? Creo que, sinceramente, nada. Nos hemos acostumbrado a lo bueno. A la libertad y creemos que no debe haber puertas a la misma. Nos hemos acostumbrado a la riqueza fácil y descuidamos la educación de nuestros jóvenes. Creímos que ya había demasiada represión durante el franquismo y nuestras leyes se han vuelto fláccidas. En suma, la construcción y el turismo han creado un falso estado de bienestar amparado en nuestra Carta Magna de la que no podremos salir si no le ponemos empeño.
Cuando Japón claudicó ante los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial se empeñó en humillar a los yanquis cómo ellos lo habían hecho destruyendo su poderío militar. Lo lograron con creces siendo la mayor potencia tecnológica. Ese es el espiritu que falta al pueblo español. Cuando perdimos la colonias nos instalamos en el pesimismo. En lugar de crecernos y comenzar a trabajar por obtener una nueva gloria nos instalamos en la comodidad de ser un país atrasado e inculto. La República fracasó por ser hombres incultos quienes la abanderaban. Hombres que no sabían de letras ni querian aprender, sólo empuñar un fusil y defender algo que no sabían muy bien para que servía. la dictadura se concentro en mantener un estatus de los militares sobre el pueblo. La Democracia estaba llamada a otra cosa.
La Carta Magana, de cuya efeméride nos hicimos eco ayer, perseveraba en un nuevo Estado. Un estado descentralizado en la creencia de que los españoles habían madurado tras tantos años de padecimientos. La Constitución refleja en su texto un espiritu de Nación Libre y comprensiva, dadora de oportunidades que los nacionalismos, los especuladores y la corrupción han empañado. El pueblo español refrendó un cambio en la Historia. España debería modernizarse a la par de sus competidores. En lugar de eso nuestro país se convirtio a la servidumbre. Nuestra incultura nos convirtió en un pais de siervos. El turismo era el nuevo amo, pagaba bien y pedía poca formación.
El relevo lo tomó la construcción. Mientras otros paises construian ordenadores nosotros fabricabamos viviendas de pésima calidad arroyando nuestros bosques, destruyendo nuestras costas y arruinando nuestro país. Esquilmábamos caladeros y perdíamos peso político. ¿Es ese el espiritu de nuestra Constitución? Dudo que muchos de mis compatriotas lo sepan realmente pues simplemente no saben que deben sus libertades y derechos a un papel que tambien contiene obligaciones que nadie esta dispuesto a asumir.
La Constitución cumple treinta y un años. Señores y señoras, es la hora del cambio. Debemos afrontar que nuestra Historia costó muchos muertos por levantar un país que ahora nos estamos cargando. Asumamos nuestros errores de años y obremos en consecuencia. Treinta y un años después debemos comenzar a reandar el camino que dejamos atrás el día que nos sometismos al turismo y la construcción.
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